Probé tu esperma mientras sostenía el vaivén de tus caderas y mi rostro respiraba lento el sudor pálido de tu pelvis.
- Hacia frío- pero eso no era importante para nosotros.
Tampoco la oscuridad de la habitación blanca.
Importaban otras cosas en ese momento.
Importaba reconocer tu piel sobre mi piel desnuda
Y el áspero de los gemidos.
El síndrome de meniere se apoderaba de mi pero yo fingía tener el perfecto equilibrio. Aprendí de memoria tu olor
Y saboreé con mi boca cada parte de tu cuerpo, supe entonces que te pertenezco.
Ahora tu cuerpo desnudo pronuncia lentamente mi boca.
Derechos reservados,
Karen Valladares.
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