miércoles, 27 de enero de 2010

Un cuento de Sergio Galarza

Hace un par de días un amigo me recomendó leer está página(www.piedepagina.com) en la que aparecen notas interesantes, notas desde luego acerca de literatura, aquí pués encontramos una antología de narrativa, con escritores nuevos, la obra se llama: El futuro no es nuestro
Narradores de Latinoamérica, nacidos entre 1970-1980
Prólogo y edición por Diego Trelles PazTexto introductorio de Naief Yehya(www.piedepágina.com) es fácil de usar, y leer, proximamente pondré, algunos cuentos cortos de los autores que salen en la misma. Hoy colgare un cuento que leí ayer que se llama la ,modelo rusa, valga el tema trata sobre una historia donde un tipo se enamora ferozmente de la modelo, pero ella no hace diferencia alguna, a pesar que casí siempre aceptaba sus invitaciones... aunque el tipo era un inexperto en conquistar mujer y donde todas sus "conquistas han sido practicamente un fracaso" aquí les dejo el cuento espero lo disfruten.
es larguito pero vale la pena.


LA MODELO RUSA
POR SERGIO GALARZA
BIBLIOGRAFIA


Sergio Galarza
(Lima, 1976)Estudió Derecho y tiene cuatro libros de cuentos publicados y un reportaje titulado Los Rolling Stones en Perú. Vive en Madrid y escribe un libro de fútbol.



A sus diecinueve años Francesca era una joven con los galones de una modelo abandonada en las fauces de una fantasía que, al derretirse como el plástico, apestaba a mierda. Sus padres la habían enviado a estudiar a un país donde sus compatriotas y, quizás alguna conocida, cargaban con la fama de prostitutas desde que triunfara la Perestroika. Al menos desde aquella época, Otto recordaba que las rusas pertenecían al universo de las mujeres sin inconvenientes a la hora de tirar. Nunca faltaba un conocido que le aseguraba haber tenido la mejor sesión maratónica de sexo con una ex-soviética, uno de los mitos sexuales que las parodias de la Guerra Fría y sus chicas anoréxicas florecidas en años recientes habían consolidado en sus aspiraciones desde tiempos adolescentes. Por ello, Francesca se convirtió en la compañera de piso que necesitaba aquella temporada. El verano se extinguía y se venían los días difíciles del frío, cuando apenas le daban ganas de bajar por una barra de pan en la panadería bajo su piso.
Francesca acababa de dejar una habitación en otro barrio porque se llevaba pésimo con una norteamericana. El primer día que llegó al piso de Otto, le contó que cuando cruzaba miradas con la norteamericana era como si fuera a desatarse una nueva guerra mundial, y soltó una risa falsa. Su peinado era como el telón abierto de un teatro donde se representaba un intento de aliento para una mirada que se apagaba. Sus huesos asomaban bajo el cuello y vestía ropa diminuta si salía a la calle, pero se escondía bajo jerseys varias tallas más grandes que la suya cuando se quedaba en casa a mirar televisión.
Otto cursaba el segundo año de un doctorado que no sabía si iría a servirle en algún momento de su vida. La empresa de su padre acababa de ganar una licencia para construir una carretera que se presentaba como un desafío en su país. Si todo iba bien, la construcción de la carretera sería el mejor negocio desde que su padre fundara la empresa. Otto no tendría que preocuparse por conseguir un empleo. Ni siquiera sus futuros hijos se verían en apuros si eran capaces de llevar una vida ordenada, o menos estridente que los caprichos de Otto en Madrid.
Apenas se instaló en el piso que además habitaba una francesa invisible, Francesca hizo evidente su rutina. Se despertaba tarde la mayor parte de la semana, se bañaba y salía a pasear. Regresaba con una bolsa de comida para calentar en el microondas, también con unos litros de gaseosa y dulces. Entonces se sentaba a mirar la televisión y comía compulsivamente, como una máquina que necesitara estar enchufada a una manguera de combustible para vivir. Luego se volvía a bañar, siempre después de comer. Los días que la pereza apabullaba a Otto, su única distracción se convertía en calcular la velocidad de Francesca para tragar.
Francesca llevaba tres años en Madrid. Había dejado su pueblo siendo una adolescente bajo el influjo de una modelo también rusa, famosa por sus depresiones anoréxicas. Lo había leído todo sobre aquella joven que compadecía por los escándalos que la acosaban como papparazis, pero al mismo tiempo la admiraba en las revistas de modas que compraba cada semana. Otto preparó una noche una comida típica de su país para Francesca, compró vino, gaseosas y una torta de chocolate. Para crear el ambiente adecuado puso el disco de Micah Denver, un crooner de Europa del Este que murió de un disparo en la cabeza en un supermercado de Norteamérica.
Al cabo de una hora Francesca había repetido el plato de entrada y el segundo, había tomado dos litros de gaseosa y saboreaba la primera mitad de la torta. Su copa de vino era lo único que permanecía intacto. Otto la miraba comer, levantaba su copa hacia ella invitándola a beber, recibiendo a cambio una sonrisa, y maldecía su falta de tino para seducir a las mujeres. Si fallaba esta vez, ya serían tres las chicas que pasaban de él desde que rompiera con su novia. La primera se había metido a su cama con la ropa puesta y sólo permitió que le tocara los senos. La segunda le dijo que le recordaba a su hermano menor y eso fue todo.
Cuando Francesca ya no pudo comer más torta, Otto empezó a lavar los platos.
-¿Tienes un cigarro?
-Sí, y el mechero está allí.
-A veces no sé por qué fumo, mi padre lo hacía siempre después de comer, pero yo sospecho que lo hago porque todas las modelos fuman.
La pequeña cocina se llenó de humo. Otto sabía que el plan había fracasado.
-¿No te gusta el vino?
-Es que el alcohol me cae mal, me gusta pero me cae mal, empiezo a hacer tonterías.
Otto terminó de lavar y se encerró en su cuarto.
***
Hacía un mes, desde antes que llegara al piso de Otto, que Francesa no conseguía ningún trabajo. Su tragedia eran los tres centímetros que le faltaban para alcanzar la estatura de una modelo de pasarela. Por ello las agencias seguían ofreciéndole sesiones para principiantes, trabajos mal pagados si es que eran pagados, y donde había que pelearse con estilistas que siempre querían experimentar con su cabello. Si la llamaban como anfitriona para un evento les decía que ya no hacía esos trabajos, harta de que los hombres se le acercaran como si fuera un maniquí que podían llevarse a la cama. De haber crecido tres centímetros más, Francesca estaba segura que no habría tenido que soportar a aquellos sujetos, ni siquiera por ser rusa.
Francesca se preguntaba todas las noches si su modelo favorita habría tenido una mala racha alguna vez. La biografía que había leído de ella distaba mucho de la suya. Un cazador de talentos la había descubierto a los quince años en un museo de Madrid y a partir de entonces los flashes de los fotógrafos iluminaban su vida. Siguiendo sus pasos, Francesca había convencido a sus padres para que la matricularan en una universidad en Madrid. Ellos confiaban en que su hija única se convertiría en una administradora de negocios, o se casaría con un millonario.
Sus primeras semanas en Madrid, Francesa las dedicó a visitar todos los museos. Fingía pasear distraída, contemplando a veces por horas un mismo cuadro. Al final sólo consiguió que unos cuantos viejos la invitaran a salir y que un vigilante la acosara hasta la puerta de salida. Pronto descubrió que las rusas sólo podían ser dos cosas en el mundo: deportistas o putas. Cuando alguien le preguntaba qué hacía en Madrid y ella respondía “estudio”, la miraban como si estuvieran cansados de las mentiras torpes.
La primera vez que fue a una cita en una agencia de modelos, se sorprendió de que no hubiera nadie en la oficina. El conserje la había hecho pasar y allí estaba ella, con dieciséis años, unas botas que le cubrían las rodillas y un vestido que exageraba sus atributos. Un hombre que podía ser su padre entró por una puerta que parecía un espejo y la llevó a un despacho con sillones de cuero. Le explicó que ya había coordinado para que a la mañana siguiente le hicieran unas fotos, y que así podrían buscarle trabajos para revistas y campañas publicitarias. Pero antes, ella debía acostarse con él. Al comienzo Francesa no entendió la proposición. Sólo cuando el hombre la tomó por la cintura, supo que debía huir.
Cuando Francesca recordaba aquel mal rato y miraba en su álbum los volantes publicitarios de pisos para inmigrantes, comida, rebajas de ropa y cosméticos, para los que había modelado, pensaba que si ese hombre no hubiera sido tan viejo entonces habría podido acostarse con él.
***
Conforme pasaron las semanas el frío comenzó a arreciar. Un amigo le ofreció a Otto presentarle a una alemana que vivía en su piso, bajo la condición de que él le presentara a su compañera rusa. Así acordaron preparar una cena de parejas en el piso de Otto. El amigo llevó a la alemana, unos vinos y unos pasteles. En la cena, lejos de cohibirse por la presencia de extraños, Francesca arrasó con la comida y hasta tomó una copa de vino para sorpresa de Otto. Luego se encerró en el baño.
-¿Está bañándose? -preguntó el amigo de Otto al escuchar que caía agua de la ducha.
-Supongo. Es una maniática, siempre se baña después de comer -comentó Otto, mientras le servía más vino a la alemana que parecía un tanque de la segunda guerra mundial.
Al rato escucharon la bulla de una secadora de pelo y Francesca apareció vestida para dormir. Otto y la alemana se despidieron y dejaron que su amigo se las arreglara.
***
-Me la tiré, Otto.
-No te creo, si yo vi que estaba por dormirse.
-Seguramente lo hizo para que no te sintieras mal porque no quiere tirar contigo.
-¡Y quién dice que me la quiero tirar!
-Tampoco te pongas así. Entiendo que te molestes, sobre todo teniendo semejante lomo en casa, pero…
-¡No te creo nada!
-Allá tú si no quieres creerme. Lo único que te digo es que no sabes lo que te pierdes.
***
Otto evitó a Francesca durante los días siguientes. Retomó las clases en la universidad y se acostó con una compañera del doctorado, una española cuya voz le recordaba al panadero que atendía bajo su piso. El rencor que acumulaba contra Francesca lo usaba para acusarla de puta mientras divagaba en clase. Si Francesca estudiaba, ¿por qué nunca la había escuchado hablar de su carrera? ¿Por qué nunca la veía salir de casa con libros? ¿Por qué se pasaba todo el maldito día tragando como una cerda y no engordaba? ¿Por qué nunca la veía salir de noche? ¿Acaso tenía miedo de encontrarse con uno de sus clientes? Puta. ¿Modelo? Ni cagando. Además las putas no tienen amigos y que él supiera, Francesca no conocía a nadie en Madrid y nunca había tenido novio.
Una noche Otto llegó a casa después de beber con sus compañeros del doctorado. Francesca y la francesa invisible, de quien Otto ya ni se acordaba, miraban la televisión. Estaban hipnotizadas por un documental sobre el mundo de las modelos. Un médico explicaba las causas de la anorexia y la bulimia, enfermedades que eran sinónimos del glamour de la moda. El documental mostraba cuerpos raquíticos, chicas con la dentadura de un bebé y con caída de cabello. La francesa invisible cerraba los ojos a cada rato y Francesca no se perdía el menor detalle mientras vaciaba una caja de galletas.
Ese fin de semana Francesca le pidió a Otto que la acompañara de compras. Parecía que, por fin, una agencia la contrataría para una campaña importante de una conocida marca de ropa. Francesca estaba alegre, pero Otto le dijo que ya tenía planes. El sábado por la tarde Francesca visitó una tienda donde había visto unos zapatos dorados. Se los probó y no le gustaron. Buscó otra cosa que pudiera comprar. Nada le llamó la atención. Estaba por retirarse cuando el guardia de seguridad la tomó del brazo y le pidió que la acompañara a los probadores.
-Qué pasa.
-Acompáñame y no digas nada, que hace rato te estoy siguiendo.
-De qué habla.
-Cállate y no me jodas.
Francesca golpeó con su bolso al guardia y comenzó a gritar. Las dependientas y los clientes no atinaban a intervenir en el forcejeo, hasta que una cajera los separó y arrojó el bolso de Francesca a la calle.
Por la noche Otto se sorprendió de que Francesca no comiera siquiera un dulce mirando la televisión. Se sentó frente a ella con una lata de cerveza y guardó silencio.
-¿Me puedes invitar una? -le pidió al rato Francesca, señalando su lata.
-Coge las que quieras, están en la nevera.
Las cervezas duraron un programa de concursos, una película cómica y un documental sobre la inmigración subsahariana.
-En mi cuarto tengo una botella de vino si quieres -sugirió Francesca.
Abrieron la botella sobre la cama de Francesca y pusieron música. El cuarto tenía sólo una ventana que daba hacia el interior del edificio, a diferencia de la habitación de Otto, que contaba con un balcón. Francesca comenzó a recordar historias de su pueblo en Rusia, escenas de una infancia donde las pasarelas eran campos extensos que vestían las montañas. Otto aprovechó para abrazarla. Francesca lloraba y Otto le acariciaba el rostro, el cuello, los hombros, los senos. De pronto ella lo besó y le dijo no, no quiero, perdona.
Otto trató de insistir pero Francesca había corrido al baño. Las paredes del cuarto estaban decoradas con fotografías de modelos famosas. Había unos cuantos peluches en un estante, mucha ropa desperdigada por el suelo y envolturas de golosinas. El álbum con los avisos publicitarios de Francesca descansaba sobre el velador. Mientras lo revisaba, Otto comprendió que aquella joven rusa de piel blanca y sueños vanos, jamás alcanzaría la gloria que perseguía desde la adolescencia. A sus diecinueve años, Francesca era como esos maniquíes que descansan sin brazos o piernas en el almacén de una gran tienda.
Al abandonar el cuarto de Francesca, Otto se dirigió hacia el baño y pegó una oreja a la puerta. El agua caía de la ducha y una modelo rusa no paraba de llorar.
***
Francesca regresó a su país al mes siguiente. Su cuarto lo ocupó una mexicana que se iba de fiesta todas las noches.
La empresa del padre de Otto se vio envuelta en una denuncia por corrupción de funcionarios, y le retiraron la licencia para la construcción de la carretera que aseguraría el bienestar de sus tres generaciones siguientes.
Si algo había aprendido Otto, eso era que las modelos mueren jóvenes para la vida laboral. Él, en cambio, terminaría el doctorado y podría buscarse un futuro. Pensaba en ello cuando estaba a punto de sumergirse en una estación de metro, y vio la portada de una revista para jóvenes en un kiosco. La chica se parecía a Francesca. Llevaba un peinado distinto pero se parecía. La gente subía y bajaba las escaleras golpeándolo en los hombros. Entonces deseó con todas sus fuerzas que fuera ella. Sí, que fuera ella. Por favor, ella.

Selección de poemas de Giuseppe Ungaretti


Atardecer
Versa, 20 de mayo de 1916

La ruborosa cara del cielo

despierta el oasispara el nómada amor.



Cielo despejado
Bois de Courton, Julio 1918


Después de la creciente niebla

una por una las estrellas

se quitan el velo
Respiroel aire fresco que el color del cielo me ofrece
Sé soyuna pasajera imagen
atrapada en un círculo inmortal




Distante
Versa, 15 Febrero 1917


Distante en una tierra distante

como a un hombre ciego

ellos me han abandonado.




La muerte meditada


Canto quinto


Has cerrado los ojos,

nace una nochenena de falsos huecos,de ruidos muertos

como de corchosde redes caladas en el agua.

Tus manos se hacen como un soplode inviolables lontananzas,

sobre los ojos,tocan el alma.

Eres la mujer que pasa como una hoja

y dejas en los árboles un fuego de otoño.

miércoles, 20 de enero de 2010

Argentina antologa a dos poetas jóvenes hondureñas

Mayra Oyuela
Karen Valladares


El año pasado el poeta Sebastián Kirzner comenzó la búsqueda de nuevos poetas jóvenes; poetas que presentan una nueva propuesta al público lector. Se llegó a la conclusión después de leer a tantas voces, algunas todavía inéditas, hacer una antología en la que estos poetas dieran a conocer su obra, la antología fué llamada 2017: nuevos poetas contemporaneos de latinoamérica. Entre los países partícipes se encuentran: Estados Unidos, México, Costa Rica, Perú, Honduras, entre otros. A nuestro país lo representan las poetas Karen Valladares(24) y Mayra Oyuela(26). A continuación el url donde pueden ver la portada de la antología que será presentada y lanzada en Argentina.


Otros poetas antologados
Hay un antes y un después de esta dactología magnífica, pero sobre todo, un después.
Walter Reich

Jeremías Maggi / Argentina
Samuel Espinosa / México
Julio César Pol / Puerto Rico
Mariano Blatt / Argentina
Felipe Sáez Riquelme / Chile
Ioshua / Argentina
Pablo Paredes Muñoz / Chile
Dante Sepúlveda / Argentina
Calle 13 / Puerto Rico
Alí Calderón / México
Ignacio Uranga / Argentina
Santiago [Ney] Márquez / Uruguay
Pamela Romano / Bolivia
Paula Peyseré / Argentina
Tamym Maulén / Chile
Diego Mora / Costa Rica
Sebastián Kirzner / Argentina
Steve Coleman / Estados Unidos
Taylor Mali / Estados Unidos
Rafael Casal / Estados Unidos
Cristino Bogado / Paraguay
Ángela Vera Temoche / Perú
Oscar Fariña / Paraguay
Mayra Oyuela / Honduras
Walter Godoy / Argentina
Felipe Granados / Costa Rica
Alfredo Jaramillo / Argentina
Paula Ilabaca Núñez / Chile
José Manuel Barrios / Uruguay
Lucía Eisenchloss / Argentina
Goyeneche / Argentina
Osdmar Filipovich / Bolivia
A. Salcedo / NTNA
Douglas Diegues / Brasil
Fabiana Faleiros / Brasil
Jimena Repetto / Argentina
Pablo Katchadjian / Argentina
Jacko [John Alexander Castañeda] / Colombia
Rafael Robles Olivos / Colombia
Ezequiel Zaidenwerg / Argentina
Leandro Loaiza Largo / Colombia
Karen Valladares / Honduras
Camilo Herrera Estai / Chile
Sofía Lino / Argentina
Martin Barea Mattos / Uruguay
John Torres / Puerto Rico
Juan Laxagueborde / Argentina
Agustín J. Valle / Argentina
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Poema de Karen Valladares

Esta es mi casa

A Carmelina Mejía Mejía
In memoriam

Esta es mi casa,
Un par de viejos objetos que le sirven de adorno,
2 personas que viven conmigo, otros que llegan a visitarme
y que pronto se van.
Así como me iré yo
en cualquier momento que la muerte lo decida,
o la vida misma también lo decida.
Esta es mi casa,
la que me habita,
de sombra en sombra,
de hijos a hijos,
de los vecinos,
de nadie.
Esta es, no hay duda alguna,
aquí reconozco los metederos del atardecer,
o la llegada de la luz insinuando la mañana.
Mientras remiendo cualquier cosa
para distraerme de mis molestias y la de los demás.
Y pienso que los años me han caído de un solo golpe,
me desmorono a veces,
o vivo, con una sonrisa que atraviesa la mirada de los míos.
esta es mi casa,
no importa lo grande o pequeña o lo sencilla que sea.
aquí ando,
cubriendo cada rincón con mis pasos y mi voz
dejando enmarcado el fantasma de mi presencia.
así me sentirán más cuando me vaya.
esta es mi casa,
la reconozco paso a paso,
no temo de ella,
ni ella de mi,
esta es y no la reconozco por su color verde
son otras cosas las que me identifica.
Son todos los años en ella,
son todas las cosas que he juntado en ella,
son todas las palabras que han sepultado aquí,
soy testigo de que es mi casa,
desde donde yo quiera,
y como yo quiera,
soy testigo de mis cosas,
de mis hijos, otra vez,
de mis dolencias,
de las estaciones del tiempo
que se aproximan a mis ojos tibios.
Soy testigo de tantas cosas,
pero sobre todo,
soy testigo
de que esta casa me habita
y no porque yo viva en ella.

(Tomado del libro inédito: Ciudad Inversa)


Mayra Oyuela

Tranviaria


Llevo al mundo como pendientes en mis orejas,
rozo con mis pestañas a los desconocidos,
beso manos de transeúntes (hormigueo en los labios).
Que alguien me aborde,
soy el metro que esta ciudad jamás conoció,
atrevidos en mi todos los años,en mí el transcurrir,
en mí la palabra ventrílocua de cada estación,
en mí la espina y el diente que muerde la rosa de lo oculto.
Mis muertos no son sombras raídas en la luz.
Que alguien me aborde,
sé cual es el principio y el final de este cuento.
Que alguien suba y se detenga en mí.

Mis ojos son túneles que dan a cualquier lugar,
mis manos paredes para reposar en lo oscuro,
mis brazos sillones para que vengan a hacer el amor.
Roto ya todo lo íntimo en mí, he de saberte andar,
mundo,con los puños cerrados en señal de auxilio
y no de defensa
cerrados para llevar en ellos el resto del aire
que no supo caber en mis pulmones.

En la imperfección está lo bello.
No necesito ser el poeta sino el poema,
la belleza está por encima de la lógica de cualquier poeta.
Necesito andarte despacio, camino,
no me detengo en el asombro de saber llegar, mundo:
en tus barrios, tatuadas están las paredes de calcárea sumisión,
en tus barrios fue donde aprendí a defender el descenso.
Soy el metro que esta ciudad jamás conoció;en mí los volantes
con fotos de desaparecidos,en mí tumultos de palabras
que alguien no pudo barrer bajola alfombra,
en mí el transcurrir.
Que nadie venga a preguntar porque no te describo,
esperanza,
yo hablo de eso otro bello,
que no está en lo bello.
Abórdenme predicadores de la tarde,
zanates, pirueteros, estudiantes:
no olviden el punzón
y esriban en la oquedad de mis vagones
teléfonos para citas de amor,
DJ, bartenders y todos con título de extranjerismo en suprofesión,
suban carniceros del San Isidro, conserjes y putas,
albañiles vengan a devolver la sonrisa a las princesas de los domingos.
Mujeres: describan con su carmín la caricia que no les tocó,
suban, fresitas del high school, madres solteras, suicidas, docentes,
vengan a traficar perfumes traídos del Canal dePanamá,
vengan a abordarme, en mí el transcurrir,
todos los años,
el suspenso del que anda a tu lado,
a pesar de su humanidad.
Sé quien soy,
basta una palmada en el hombro y retorno a mis pies nauseabundos de sueños,
basta una palmada en el hombroy retorno a mí
al anonimato,
a la flatulencia, a la humana que soy.
¡Abórdenme!!!
soy el metro que esta ciudad jamás conoció,
vengan y calcen mis pies
ya que nunca podrán calzar mis zapatos.

HUGO MUJICA

Reseña biográfica

Poeta y ensayista argentino nacido en Buenos Aires en 1942. Desde pequeño se aficionó a la lectura, estudió Bellas Artes, Filosofía, Antropología Filosófica y Teología. Viajó a Estados Unidos en 1961 donde desempeñó varios oficios y posteriormente ingresó a un monasterio trapense cerca a Boston. En 1970 regresó a Buenos Aires como monje, viajó por varios países europeos, se ordenó como sacerdote, y empezó a publicar su obra a partir de 1983. Entre sus principales libros de ensayos se cuentan "Kyrie Eleison" 1991, "La palabra inicial" 1995, "Flecha en la niebla" 1997 y "Poéticas del vacío" 2002. De su obra poética merecen mencionarse "Brasa blanca" en 1983, "Sonata de violoncello y lilas" en 1987, "Escrito en un reflejo"en 1987, "Paraíso vacío" en 1993, "Para albergar una ausencia" en 1995, "Noche abierta" en 1999, "Sed adentro" en 2001 y "Casi en silencio" 2004.. ©

DESNUDEZ



Ni la ruina de un muro
sobre el que apoyar las palmas,
sobre elque descansar la gentenada,
salvo polvo que el viento alza,
viento borrando ruinas
una sábana blanca
ondea en el vientoceremonia de nada,
gesto de nadie,
nadie,
nada o las huellas más tenues
o tal vez un llamadoel viento
la desnudez en la que viene y huye:
la huella, que borrando traza.




Lluvia sobre lluvia
Al fondo,sobre una mesa,
debajo de
un árbol desnudo,
una tazadesborda la lluvia.
Desborda, cae,
y dibuja un charco,
un espejo, una vida.

jueves, 14 de enero de 2010

Hermoso muerto sin zarpa
Por Jorge Martínez Mejía




Los muertos que no conocí,
los ídolos que levantaron su pequeña fábrica de lámparas
y pan para el sendero, desconocido aluvión de pasos ciegos en la maleza, en los árboles.
Yo tuve un muerto que llamaba a la puerta diciendo: “ábranle a este perro”…
Y eran tristes sus ojos juntándose en el camino con los demás; conmigo mismo hablaba y mi hermana tenía dudas de que ese muerto fuera yo.Recuerdo que una vez se fue al mar dejando un rastro particular, una visión: Un sembradío abrasador, una milpa, unas láminas, hojas metálicas, colocadas en una covacha en la que junto a su perro, Osito, se dedicó a ladrar su balada.Hermoso muerto sin zarpa.

Igor Marojevic

SALIR DE CASA

Salir de la ciudad está bien, pero antes hay que salir de casa. Primero, ventilar: ya se empieza a notar un olor masculino que lo domina todo. Apretujar dentro del armario papeles, celofán y el resto de basura seca. Cerrar los cajones, ordenar los periódicos en pequeñas pilas y distribuirlos por los rincones para que un observador casual pueda soportar el desorden. Luego, ir a la cocina y poner boca abajo todos los platos azulados por el moho. Pero los platos no se someten sin resistencia a mi pretensión de ocultar el fregadero sucio: se resbalan como peces. De momento, el armario se niega a cerrarse. Empujo la portezuela, pero topa contra un catálogo superfluo que cae sobre el parquet. Ni siquiera el cigarrillo se somete fácilmente a la mera voluntad de mis dedos índice y pulgar; prefiere seguir encendido mientras exhala un humo bifurcado. Es como si los objetos adoptaran una actitud egocéntrica. Como tanta gente hoy día, ellos también reclaman atención: tal vez, en realidad, el mundo se haya echado a perder por sus caprichos.
El próximo autobús emprenderá el viaje dentro de una hora. Todavía hay tiempo suficiente para confirmarle mi llegada a la persona que me espera. De paso, puede explicarme una vez más cómo llegar a su casa. Es mejor evitar ahora los posibles malentendidos que acabar perdiéndome y entrando en un sinfín de edificios sólo para estudiar las listas de inquilinos y empresas. Deambulando por los vestíbulos de una ciudad ajena. Toda ciudad es ajena, me digo, mientras aprieto con el índice los botones cuadrados del teléfono. Llame dentro de media hora, por favor , me sugiere una voz femenina. Fácil decirlo, pero, ¿cómo matar tanto tiempo? Para empezar, quizás podría informarme de lo que ocurre fuera. Enciendo la radio. Tardo menos de un minuto en estudiar el pronóstico meteorológico. Me asomo a la ventana. Enseguida me doy cuenta de que los rodillos que utilizan los trabajadores municipales para desinsectar los troncos se despellejan tras el primer uso. Aún tengo que acabar de ordenar las pequeñas pilas de periódicos, colocadas hace un rato en los rincones de la habitación. O mejor podría empezar por las revistas. Ésta pertenece a la estantería de semanarios y diarios valiosos, si es que los hay. Según el orden alfabético, aquí debería estar la revista Atlantis . Por primera vez en los últimos meses siento el impulso de comprobar que todavía esté ahí. De pronto, eso me parece muy importante. No me queda más remedio que volver a llamar por teléfono. Por el auricular, me llega un murmullo de fondo de voces femeninas, al otro lado de la línea. Mi ex esposa no puede ayudarme, absorta en su trabajo administrativo. Le parece muy extraño que me preocupe tanto por una revista. Es tedioso esperar a que hierva el agua. ¿Por qué no hojeo mientras tanto mi agenda telefónica, ese resumen de mi biografía , para pescar algún nombre ya olvidado? Digamos, bajo la V . Llamo a Valentín y me identifico tras el primer sorbo de café, como siempre, inesperadamente delicioso. Parece que él no recuerda quién soy, aunque fuimos juntos a la escuela primaria. Una semana antes del baile de fin de curso, salimos de la ciudad en bicicletas robadas y recorrimos los pueblos de la llanura. Ahora él dirige una distribuidora de tabaco. Según parece, le va bastante bien. Hoy no trabaja: hace unos días murió su madre. Mis condolencias , le digo, y en el mismo momento me arrepiento de haberlo llamado. Decido no ampliar el tema más allá de nuestro posible horizonte común. Recuerdo que una vez conseguí animar a la madre deprimida de un amigo, confesándole que cultivaba un cactus. De este modo, introduje un tema en el que nadie de la sala podía competir con ella. Parpadeando y dirigiéndome una mirada entre cariñosa y conspirativa, ella pronunció un discurso sobre el cultivo de flores y plantas. Era una mujer de condición humilde. Valentín parece una persona respetable; de las que no se tragan cualquier cosa. Se me ocurre que nos iría igual de bien con un tema menos apasionante: Esta tarde habrá chubascos, lo han dicho en las noticias. Y luego: Pronto estarás bien... Un día podríamos... Me avergüenzo y cuelgo el teléfono. Apago la radio y me bebo el penúltimo sorbo. Y eso no es todo: me estremezco. Si fingiera no sentir los cólicos agridulces en el vientre, igual podrían despertarse de pronto en el autobús, como ya ocurrió una vez hace diez años. Ahora estamos en primavera, entonces era otoño y yo iba a un concierto: tuve que bajar del autobús y recurrir al primer vestíbulo oscuro que encontré. Incluso calculé cómo explicar mi desnudez bajo los vaqueros a alguna chica, si hubiera surgido esa ocasión, pero aquella noche, entre miles de personas, no conocí a nadie. Puedo eliminar toda huella del váter con el chorro de la ducha: es la única ventaja de mi reducido cuarto de baño. Parece que anoche me acordé de encender el calentador del agua, así que podré ducharme. Me desnudo, abro los grifos, cambio la posición de la palanca y entonces la ducha y la manguera pegan un brinco. Agachado, dejo que el agua corra sobre mi cuerpo hasta que, poco a poco, se va enfriando. Otra vez abro la ducha para empujar los pelos hacia el desagüe. Seco la bañera con una toalla, que podría llegar a pudrirse si no se tiende enseguida. Me gustaría lavarla con el resto de la ropa sucia, pero ahora no tengo tiempo. Además, al centrifugar, la lavadora suele dar un salto de gatopardo enfurecido. Con el lado seco de la toalla, limpio de nuevo la bañera. Y el vapor del espejo. Y las baldosas manchadas por las huellas húmedas de los pies. Entre tanto, la toalla blanca se ha ensuciado visiblemente. Hay que frotarla con jabón: lavar la toalla. Limpiar el jabón. Lavarme las manos. Recoger la ropa. Dejar la bañera en paz. Salir del baño. Según el reloj, ya no me queda tiempo para llamar a mi posible anfitrión: el autobús sale en veinte minutos. Si estuviera vestido, a lo mejor llegaría a tiempo a la estación. Con una rápida ojeada hago un inventario mental y compruebo que todo está en su lugar. Todavía no he vaciado la taza de café. Después de lavar la cafetera y la taza, si no me estiro bien y luego me acurruco, me privaré del único ritual que nunca falla en tranquilizarme. ¿Sería impensable que me enterase por mi cuenta de cuándo sale el siguiente autobús? O tal vez tendría que describir cómo yo, un acurrucado ladrón de sueño, llama otra vez a la empleada de la estación, intentando averiguar cuál podría ser el momento oportuno para salir.
© De la traducción: Jelena Petrovic 2006.

Amor perfecto

A continuación un cuento corto del brasileño Daniel Galera contenido en su libro Dentes
Guardados.Amor Perfecto



Me desvirgó. Cogimos en mi cuarto en una noche calurosa que mis padres estaban en la finca. Una penetración indolora, lenta y placentera. El resto de la madrugada él acarició incansablemente mi cuerpo, adorando todo, mis pechos que yo temía por demás que fuesen pequeños, mi culo que yo encontraba fofo, mis pies con dedos torcidos. Yo tenía miedo de cómo los hombres juzgarían mi cuerpo, era mi única ansiedad y él la disipó rápidamente en nuestra primera noche en la cama. La primera vez que lo hicimos sin capote, extrañé el sentir aquella verga dentro de mí. Me senté sobre los talones para que todo se escurriese de una vez para fuera. Me sentí ridícula cuando él colocó un pedazo de papel en su mano y luego la puso en medio de mis piernas diciendo, Ey así vas a manchar tu edredón. Sus gestos me sorprendían, trayendo calma y comodidad, siempre yendo a favor de mis expectativas. Días después en un bar una chica llegó vendiendo rosas y por un instante temí que él fuese a darme una rosa, actitud que yo habría considerado estúpida, odio las flores y odio las pendejadas románticas. Él rechazó la rosa e inclusive dijo, espero que nunca quieras que te de rosas. No coincidíamos en todo, la verdad teníamos gustos bastante antagónicos para muchas cosas, películas y marcas de cerveza por ejemplo, mas él nunca se mostró preocupado por cambiar mis opiniones, aceptaba mi personalidad, mis errores y mis estados de ánimo con absoluta tolerancia. Cierta vez disipó la vergüenza que tuve por haber llorado frente a él con el acto de lamer mi rostro y tragarse mis lágrimas, mitigando mis momentos de angustia con largos abrazos silenciosos. Una noche que salí sola y lo traicioné por primera vez, me di cuenta que tenía una oportunidad para probar su tolerancia. Le conté todo y, para mi espanto, él apenas movió sus párpados lisos y me dijo que encontraba natural el deseo fuera de la relación, que estaba bajado pero que mi traición no disminuía su amor por mí. Insistí, describí en detalle al chico, los besos y caricias que nos dimos en la pista y esto, en lugar de alterarlo, lo excitó. Acabamos cogiendo y la verdad me gustó. Fue a partir de aquel día que su tolerancia se tornó irritante. Me convencí que debía provocarlo, necesitaba de un poco de odio, tumulto, nuestro amor era demasiado recto. Sólo que no funcionó: soportó mis encabronamientos escandalosos, mis eructos en público, respondió mis agresiones verbales con altura, accedió a todos mis comportamientos. Porque me amaba. Me trataba tan bien. Reaccionaba tan bien a mis expectativas, que su amor comenzó a darme tedio. Se tornó irritante de tan pleno, de tan incorregible. Ahí mismo decidí terminar, mandarlo a la mierda. Y claro, ¡hasta en eso él fue comprensivo! Yo estaba presta a encender el tercer cigarro cuando él reaccionó y fue a darme un abrazo. Respetó mis sentimientos, dijo entender que su amor incondicional me ofendiese. ¡Pero si no era para que lo entendiera! ¡No era para que lo aceptara, coño! , era para sentir odio, para que me odiase, ¡me le fui encima a aquel hijo de puta! Le lancé el teléfono, vasos, libros, sillas, todo sobre él y él los devolvió, me pegó con fuerza, me mandó a la mierda y a cada tentativa mía de aplastarlo él respondió. Lo escupí y él me escupió, le arañé la cara y él me pateó por todo el suelo de la sala, sentí dolor, berreé como una cerda y percibí horrorizada que hasta en aquel mismo momento, ¡por Dios!, estaba haciendo lo que yo esperaba de él; él me estaba dando lo que yo quería…


Traducido por Nelson Ordóñez

Un poema de Pere Gimferrer

Agosto



No culpéis a nadie del derrumbamiento del hombre.
La entrega estéril de la palabra, donde los antros,
cuando la noche, la helada, labra un fuego venusiano,
y el sol, un ser de nieblas,desfallece.
Este sorbo, sorbo de nada, encendidoslabios,
piedra de púrpura, la semillamás secreta del hombre,
porque no se precisan armaspara vencer al hombre:
ya los relámpagos son un signo de ello.
Escuetos, afiladosdicen el vil secreto,
la cobardía, el deseo bastardo, emblemas,
yugos inmemorialesde abyección.
Cabelleras, vanas al viento, arrebatadas
por la corriente de la nieve núbil de un cuerpo,
fuego de hoguerasque adorna la claridad.
¿Eres inmortal tú, ahora,irrisión de la carne,
tú, que tal vez has satisfechoa la servil pasión?
Sí, mucho necesita el hombrepara abarcar la extensión de su deseo,
y sudeseo es la nada.
El escudo oscuro de la luna,
el escudo lívido del sol
¿qué astro oscultan?
¿Qué olas, qué igniciónde espacios lejanos?
Por los roquedalesse tambalea esta claridad lúgubre,
rescate hostil de la carne escarnecida,picos, remos de oro sometido,
ç despojosde un jirón.
Si el gozo, funesto,de una más lóbrega sima extrajera la luz y,
con los ojos cerrados,la nostalgia, la carcelera ciega del sentido,
hiciese del pecho la saeta, el aciago solar!
Porque el vientono necesita sentir el peso del viento cuando, vivo,
tiemblaen los gallardetes, los pasos del viento de primavera.
Así el hombre.
No se dice su nombre: primavera.
Y lo es.
¿Quién dice el nombre?
¿Qué labios -¿son mortales?

dicen la noche?
¿Qué ojos ven la noche?
¿Qué ojos son la noche?

martes, 12 de enero de 2010

Poesía rebelde

A continuación una breve selección de poesía rebelde realizada por el escritor hondureño Armando García, con la acotación de que sea distribuida a nuestros amigos, especialmente a los que seguimos insistiendo en resistir al lado de nuestro digno pueblo hondureño.




AÚN QUEDA

Samih Al Qassim
(poeta palestino)


La sangre de mis más altos ancestros
corre en mí todavía
y siempre escucho
el relinchar de los corceles y el chocar de las espadas
llevo un sol en mi mano derecha
y repito
en las encrucijadas de la noche
el canto del dolor



DE LOS DE SIEMPRE

Otto René Castillo
(Guatemala, 1936-1967)

Usted,
compañero,
es de los de siempre.
De los que nunca
se rajaron,
carajo!
De los que nunca
incrustaron su cobardía
en la carne del pueblo.
De los que se aguantaron
contra palo y cárcel,
exilio y sombra.

Usted,
compañero,
es de los de siempre.

Y yo lo quiero mucho,
por su actitud honrada,
milenaria,
por su resistencia
de mole sensitiva,
por su fe,
más grande
y más heroica
que los gólgotas
juntos
de todas las religiones.

Pero, sabe?
Los siglos
venideros
se pararán de puntillas
sobre los hombros
del planeta,
para intentar
tocar
su dignidad
que arderá
de coraje,
todavía.

Usted,
compañero,
que no traicionó
a su clase,
ni con torturas,
ni con cárceles,
ni con puercos billetes,
usted,
astro de ternura,
tendrá edad de orgullo,
para las multitudes
delirantes
que saldrán
del fondo de la historia
a glorificarlo,
a usted,
al humano y modesto,
al sencillo proletario,
al de los de siempre,
al inquebrantable
acero del pueblo.


DOS MELODÍAS

Arvo Turtiainen
(Finlandia)


Cantad vuestras marchas militares,
dejad que suenen vuestros himnos patrióticos,
será fácil mecerse a su son, soñando con las espadas
con las grandes hazañas.
La melodía de nuestra canción será otra
en ella suena el duro murmullo de las fábricas,
el ruido de los árboles que caen en la niebla fría del Norte,
el gruñido bajo, terrestre, de los días de pago.
La vida nos ha dado las palabras,
ahí van:
Grande será tu levantamiento, pueblo engañado,
pisoteado, robado
.


“UN PEQUEÑO NÚMERO
DE INTELECTUALES FRANCESES
SE HA PUESTO AL SERVICIO
DEL ENEMIGO”





Paul Eluard
(Francia, 1895-1952)

Espantados espantosos
Llegó la hora de contarlos
Porque su reino ya se acaba

Nos elogiaron los verdugos
Nos detallaron todo el mal
Nos hablaron inocentemente

Hermosas palabras de alianza
Os han manchado de basura
Sus bocas dan sobre la muerte

Pero ha llegado la hora
De amarse de estar unidos
Para vencerlos y castigarlos


REVOLUCIÓN

Langston Hughes
(Estados Unidos, 1902-1967)

Gran Chusma que no conoce el miedo–
¡Salta al ruedo!
Y alza la mano
Contra el tirano
De acero y oro y hierro,
El rico,
Que vendió y compró como un perro
A ti–
A cada uno–
Durante mil años y pico.
Salta al ruedo,
Gran chusma que no conoce el miedo,
Y átalo y déjalo sin resuello,
Escupe en su dorado cuello
De oreja a oreja,
Y acábalo por siempre sin una queja,
Ahora–
Este año–
Salta al ruedo,
Gran chusma que no conoce el miedo.


REVOLUCIÓN

León Felipe
(España, 1884-1968)


Siempre habrá nieve altanera
que vista al monte de armiño
y agua humilde que trabaje
en la presa del molino.

Y siempre habrá un sol también
–un sol verdugo y amigo–
que trueque en llanto la nieve
y en nube el agua del río.


MORAZÁN
(1842)

Pablo Neruda
(Chile, 1904-1973)

Alta es la noche y Morazán vigila.
Es hoy, ayer, mañana? Tú lo sabes-

Cinta central, américa angostura
que los golpes azules de dos mares
fueron haciendo, levantando en vilo
cordilleras y plumas de esmeralda:
territorio, unidad, delgada diosa
nacida en el combate de la espuma.

Te desmoronan hijos y gusanos
se extienden sobre ti las alimañas
y una tenaza te arrebata el sueño
y un puñal con tu sangre te salpica
mientras se despedaza tu estandarte.

Alta es la noche y Morazán vigila.

Ya viene el tigre enarbolando un hacha.
Vienen a devorarte las entrañas.
Vienen a dividir la estrella.
Vienen,

pequeña América olorosa,
a clavarte en la cruz, a desollarte,
a tumbar el metal de tu bandera.

Alta es la noche y Morazán vigila.

Invasores llenaron tu morada.
Y te partieron como fruta muerta,
y otros sellaron sobre tus espaldas
los dientes de una estirpe sanguinaria,
y otros te saquearon en los puertos
cargando sangre sobre tus dolores.

Es hoy, ayer, mañana? Tú lo sabes.

Hermanos, amanece. (Y Morazán vigila.)


HONDURAS

Pompeyo del Valle
(Honduras 1929)


Sobre esta Honduras de fusil y caza,
de asfixiado color y amarga vena,
se oye gemir el mapa de la pena
que en murallas de sal se despedaza.

Bajo esta Hondura de metal y maza,
de enterrado perfil –laurel y arena–
como un tumulto de cuchillos suena
la atormentada sangre de la raza.

Pero otra Honduras de potente aurora,
decidida y total y vengadora
alza la frente perseguida y bella.

Porque una tropa juvenil se agita
bajo su cielo y en su voz gravita
el porvenir, fundado en una estrella.

viernes, 8 de enero de 2010

Pequeña colección de poemas de Stéphan Mallarmé

STÉPHAN MALLARMÉ
FRANCIA 1842-1898
Angustia (Otra versión)

Yo no vengo esta noche para vencer tu cuerpo,
en el que están los pecados de un pueblo ni para,
en tu impuro cabello, alzar tormenta bajo el fastidio incurable .
que destilan mis besos.Pido a tu lecho el pesado sueño sin fantasmasdeslizándose a través de las cortinas ignoradas del remordimiento,que tú puedes saborear después de tus negras mentiras.Tú que sobre la nada sabes más que los muertos.
Pues el vicio, royendo mi nativa nobleza,
me ha marcado, como a ti,
con el sello de la esterilidad;
mas en tanto que tu seno de piedra lo habita un corazón
que la garra de ningún crimen hiere,yo huyo, pálido, deshecho, obsesionado por mi sudario,temiendo morir cuando duermo solo.
Versión de L. S.
Aparición
La luna se entristecía.
Serafines llorandosueñan,
el arquillo en los dedos,
en la calma de las floresvaporosas,
sacaban de las lánguidas violasblancos sollozos resbalando por el azul de las corolas,
Era el día bendito de tu primer beso.
Mi ensueño
que se complace en martirizarmese
embriagaba sabiamente con el perfume de tristeza.
Que incluso sin pena y sin disgusto deja
el recoger de su sueño al corazón que lo ha acogido.
Vagaba, pues, con la mirada fija en el viejo enlosado,
cuando con el sol en los cabellos, en la calley en la tarde,
tú te me apareciste sonriente,
y yo creí ver el hada del brillante sombrero,
que otrora aparecía en mis sueños de niñomimado,
dejando siempre, de sus manos mal cerradas,
cien blancos ramilletes de estrellas perfumadas.
Versión de L. S.
Brisa marina
Leí todos los libros y es, ¡ay! ,
la carne triste.¡huir, huir muy lejos!
Ebrias aves se alejanentre el cielo y la espuma.
Nada de lo que existe,ni los viejos jardines
que los ojos reflejan,ni la madre que, amante,
da leche a su criatura,ni la luz que en la noche mi lámpara difunde
sobre el papel en blanco que defiende su alburaretendrá al corazón que ya en el mar se hunde.¡Yo partiré! ¡Oh, nave, tu velamen despliega y leva al fin las anclas
hacia incógnitos cielos!Un tedio, desolado por la esperanza ciega,confía en el supremo adiós de los pañuelos.Y tal vez, son tus mástiles de los que el viento lanzasobre perdidos náufragos que no encuentran maderos,sin mástiles, sin mástiles, ni islote en lontananza...Corazón, oye cómo cantan los marineros!
Versión de Andrés Holguín

viernes, 1 de enero de 2010

Deseos Irreverentes....un poema de JuanaPavón,

Deseos Irreverentes



Cómo me hubiera gustado

estar en la coma con Walt Whitman,

beber en las cantinas de Malcom Lowry

o “Bajo el Volcán”.

Procesar a mi manera a Franz Kafka.

observar sigilosamente y detenidamente

a Francis Bacon

Estar con Salvador Dalí

en una tarde de toros

y tocarle el trasero

mientras pensara en Gala

o en Federico García Lorca.

Cantarle a Pablo Neruda

mis poemas de amor

y otras canciones desesperadas,

repetirle “De Profundis”

con todos mis secretos sexuales

a Oscar Wilde y a su amante maldito.

Cómo quisiera estarme riendo

junto a Baudelaire

con mis quince años en su cama.

Tal vez me hubiera gustado

cogerme a Hitler, a Calígula

a Napoleón, a vos

y a otros hijos de la gran puta.

Filmar con Pier Paolo Passolini

Un Decamerón diferente.

Estar acariciando y besando

A Rabindranah Tagore.

Hablar de amor con Juan Ramón Molina.

Condenar sin clemencia

a los Jesuitas Pederastas.

Echarle en cara a Marlon Brando,

El no haberme conocido.

Perseguir a Felipe Buchard,

a Ezequiel Padilla y a Simón,

de cantina en cantina

de barrio en barrio

de santuario en santuario.

Conspirar con la sangre latina

de Gabriel García Márquez.

Desarmar a un milite como Fernando.

Respetar a las mujeres de 1+1

mas no a todas

como dice María Ester

con la venia de Leslie.

Enojarme con Ramón Matta

por no haberme invitado nunca a un pase.

Quisiera mentarle la madre a tu padre,

a Nietzsche, a Gorky,

y a Simone de Beauvoir.

Respetar aún a Marx, a Lenin,

a la lucha de clases.

Y reírme de los comunistas criollos

pese a la Perestroika.

No comprender nunca las debilidades de Woody Allen

Cortarle un huevo a Van Gogh

y no la otra oreja.

Romper a llorar, escribir mierdas

bailar mambo, salsa y más salsa

y jugar con muñecas aun siendo abuela.

Pedirle perdón a mi mejor amiga,

a Monseñor Santos y a otros Rodríguez,

volver a ser buena, cursi y pendeja.

Seguir soñando, amando y fornicando

y a contar chistes hasta llegar

a la hilaridad.

Volar y volar muy lejos

Hasta encontrar a ese todopoderoso

Que me hizo a su imagen y a su todo.

Amén.

(Abril, en el día del idioma, 1983)

Mientras escribo

  Mientras escucho este playlist (194) Relaxing Soul Music ~ lets share music ~ Chill Soul Songs Playlist - YouTube Escribo sumergida en el ...