Poeta,
traductor y crítico literario español nacido en Barcelona en 1945.
Estudió Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona.
A la edad de dieciocho años publicó su primer libro «El mensaje del
tetrarca». Su maestría precoz fue reconocida
en 1966 con el Premio Nacional de Poesía, por su libro «Arde el mar»,
constituyéndose en uno de los poetas más
importantes de su generación. Desde 1970 utiliza exclusivamente el
catalán para la poesía, si bien él mismo los ha
traducido al castellano para ediciones bilingües.
En 1985 ocupó la
vacante dejada por Vicente Aleixandre en la Real Academia Española.
Obtuvo de nuevo el Premio Nacional de Literatura en
1989, el
Premio de Literatura Catalana, el Premio Ciudad
de Barcelona, el Premio Cavall Verb de la Asociación de
Críticos Españoles y el Premio de la revista Serra d'Or.
En 1997 recibió el Premio Nacional de Literatura de la
Generalitat de Catalunya, en 1998 el Premio Nacional de las
Letras Españolas y en el año 2000 el Premio Reina Sofía de
Poesía Iberoamericana.
«Marea solar, marea lunar» y «El diamante en
el agua», son sus últimos poemarios.
Agosto
No
culpéis a nadie del derrumbamiento del hombre.
La entrega estéril de
la palabra, don
de los antros, cuando la noche, la helada, labra
un fuego venusiano, y el sol, un ser de nieblas,
desfallece. Este
sorbo, sorbo de nada, encendidos
labios, piedra de púrpura, la
semilla
más secreta del hombre, porque no se precisan armas
para
vencer al hombre: ya los relámpagos son un signo de ello.
Escuetos, afilados
dicen el vil secreto, la cobardía,
el deseo
bastardo, emblemas, yugos inmemoriales
de abyección. Cabelleras,
vanas al viento, arrebatadas
por la corriente de la nieve núbil de un
cuerpo,
fuego de hogueras
que adorna la claridad. ¿Eres inmortal tú, ahora,
irrisión de la carne, tú, que tal vez has satisfecho
a la servil
pasión? Sí, mucho necesita el hombre
para abarcar la extensión de su
deseo, y su
deseo es la nada. El escudo oscuro de la luna,
el
escudo lívido del sol ¿qué astro oscultan?
¿Qué olas, qué ignición
de espacios lejanos? Por los roquedales
se tambalea esta claridad
lúgubre,
rescate hostil de la carne escarnecida,
picos, remos de
oro sometido, despojos
de un jirón. Si el gozo, funesto,
de una
más lóbrega sima extrajera la luz y,
con los ojos cerrados,
la nostalgia, la carcelera ciega del sentido,
hiciese del pecho la saeta, el aciago solar! Porque el viento
no
necesita sentir el peso del viento cuando, vivo, tiembla
en los
gallardetes, los pasos del viento de primavera.
Así el hombre. No se
dice su nombre: primavera.
Y lo es. ¿Quién dice el nombre? ¿Qué
labios -¿son mortales?
dicen la noche?
¿Qué ojos
ven la noche? ¿Qué ojos son la noche?
Canción para Billie Holiday
Y la muerte
nadie la oía
pero hablaba muy cerca del micrófono
Con careta
antigás daba un beso a los niños
Lady Day las gaviotas heridas vuelven a la luz del puerto
Extraña
fruta en el aire el crepúsculo se ausenta
Con una espada con un
guante con una bola de cristal
la pecera magnética la cueva del
pasado el submarino bajo las
mareas que fulgen
Lady Day cuánto amor en una juventud cuántos
errores
cuántas tardes hablando qué deseo qué eléctricos
jazmines
cuántos cow-boys muertos como trovadores la sonrisa en los
labios que se tiñen de sangre
los gritos en las calles las
manifestaciones disueltas bajo el
arco voltaico del poniente y los lóbregos edificios
irreales
Lady Day el amor como una libélula
cazador de libélulas
Lady Day qué despacio nos viene la experiencia todo cobra un
sentido se ordena como el paisaje en los ojos cuando
recién despiertos corremos las persianas
o intentamos ordenar las
palabras de un
poema
Lady Day
Animales heridos en el bosque nuestros ojos qué piden qué
desean
qué desea esta voz en el viento de otoño un lebrel o su presa
disueltos en la fría oscuridad del tiempo
escamoteados como naipes de
una baraja los años de nuestra
juventud
Con dos vueltas de llave cerraron la cocina
No nos dan
mermelada ni pastel de cereza
ni el amor ni la muerte extraña fruta
que deja un sabor ácido.
"Extraña fruta y otros poemas" 1968 - 1969
By love possessed
Me dio un
beso y era suave como la bruma
dulce como una descarga eléctrica
como un beso en los ojos cerrados
como los veleros al atardecer
pálida señorita del paraguas
por dos veces he creído verla su vestido
(estampado el bolso el pelo corto y
(aquella forma de andar muy en el
borde de la acera.
En los crepúsculos exangües la ciudad es un torneo
de paladines en cámara lenta
sobre una pantalla plateada
como una pantalla de televisión son las
imágenes
de mi vida los anuncios
y dan el mismo miedo que los objetos volantes
venidos de no se sabe
dónde fúlgidos en le espacio.
Como las banderolas caídas en los yates
de lujo
las ampollas de morfina en los cuartos cerrados de los
hoteles
estar enamorado es una música una droga es como
escribir un poema
por ti los dulces dogos del amor y su herida
carmesí.
Los uniformes grises de los policías los cascos
las cargas los camiones los jeeps
los gases lacrimógenos
aquel año te amé como nunca llevabas un
vestido verde y por las mañanas sonreías
Violines oscuros violines de
agua
todo el mundo que cabe en el zumbido de una línea telefónica
los silfos en el aire la seda y sus relámpagos
las alucinaciones en
pleno día como viendo fantasma luminosos
como palpando un cuerpo
astral
desde las ventanas de mi cuarto de estudiante
y muy
despacio los visillos
con antifaz un rostro me miraba
el jardín un
rubí bajo la lluvia
Homenaje a Vicente Aleixandre
Palpitando
entre dos senos una llama carmesí.
Un dragón azul de fuego viene en
el viento de abril.
En las cortinas, mi rostro, como ave herida
escondí.
Olor a brea en los muelles. Llueve. Es hora de partir.
Sorprendidos en el sol los paisajes de la noche,
los armarios y las
lacas y los dorados tritones,
la nieve en sus armaduras, las músicas
del azogue,
el mundo que, como sangre, relampaguea y se esconde.
Para esta helada pupila la cometa del amor.
Mirad la sobre el
jardín. Un halcón muere en el sol.
Hace frío. Un abanico negro sobre;
el tocador.
Una guirnalda de lirios para el poney de cartón.
La niebla
hiere con guantes de raso nuestra memoria.
¿Es sólo un rayo de luna
quien a lo lejos solloza?
Tras la campana del viento, tras el túnel
de las rosas,
en el murmullo del agua y la hierba, alguien nos
nombra.
Un colibrí
no muere. La tarde. Las carrozas.
Publicado en ABC, 19 de abril de 1983