Fotografí: Ariel Sosa.
TOMADO DE EL HERALDO
13 de febrero de 2012
Tegucigalpa, Honduras
José Luis
Quesada tiene un secreto largamente guardado: “El hombre que regresa”.
Hace varios años aparecieron algunos poemas de ese libro en una singular
sección literaria de este diario, pero la obra completa aún no ha sido
publicada, aunque eso está a punto de remediarse, según nos ha dicho el
mismo poeta en varias ocasiones. Ha publicado cinco libros de poesía y
uno de cuentos, donde la poesía también está por todas partes. Pocas
veces en Honduras el lenguaje coloquial, la gran literatura mundial y la
intensidad expresiva han coincidido en un trabajo de tanta calidad como
el de Quesada.
En esta
entrevista para EL HERALDO, el escritor nacido en Olanchito, Yoro,
responde con palabras reveladoras y a veces duras, tanto que harán
estremecer a más de algún aprendiz de poeta e incluso a poetas
consumados. Esto fue lo que nos dijo:
Muchos escritores se quejan de que en el país no hay condiciones que les permitan dedicarse plenamente a escribir, sin tener que buscar otros medios para ganarse la vida. ¿Tener estas condiciones influiría positiva o negativamente en sus obras? ¿Por qué?
Respecto a que
no existen las condiciones para un escritor, un poeta, no solo es en
Honduras. Por lo general las condiciones, las posibilidades, se les
presentan a escritores que tienen una larga trayectoria y que por lo
tanto algunas puertas se les empezaron a abrir después de años de
escribir y de darse a conocer, pero para un escritor que se inicia en
cualquier medio es difícil. No crean que solamente es en Honduras;
claro, aquí estamos hablando de niveles casi pedestres, donde el
escritor no vive sino que sobrevive, pero siempre es difícil iniciar, en
cualquier país del mundo, en este tipo de oficios siempre encuentra uno
muchos escollos. Pero existe una cosa que es difícil de contener y es
el talento y la voluntad de un escritor de dar a conocer su obra. El
talento, su vocación, lo impulsa a vencer cualquier obstáculo que
exista, eso es lo fundamental. Muchos escritores mediocres son los que
más se quejan del medio, de que no hay condiciones, pero a veces es que
no hay condiciones en ellos mismos, no cuentan con la vocación, con ese
talento, con esa confianza de que hay algo que decir, de que otros
también quieren recibir esto que uno quiere dar. Uno no está pensando en
cuántos lectores tendrá, uno está pensando que quiere comunicar algo y
que del otro lado del libro hay otro ser humano que quiere escuchar lo
que nosotros queremos decir.
Dice Eliot que Ezra Pound “podó” su libro “Tierra baldía”. En sus inicios como poeta, ¿tuvo usted algún mentor que hiciera algo similar?
No, yo no tuve a
nadie con quien hablar que me pudiera orientar como yo hago con la
gente joven. Pero tuve la poderosa intuición de dejarme orientar por los
escritores que leía, uno de ellos es Ezra Pound. Con él aprendí cosas
como la importancia, lo trascendente y serio que es el oficio de ser
poeta. Ser poeta no es una bagatela, no es ser un bohemio, no es andar
vestido de un modo o de otro, no es hacer escándalos injustificados… es
una condición existencial. Ser poeta es algo que hay que tomar con mucho
cuidado porque es una de las cosas con las cuales se forma a las
personas. El papel de la poesía en el ser humano es discreto, no se ve,
pero es extraordinariamente poderoso, aunque no hayan leído literatura,
porque está en el aire y cuando este espíritu está en el aire, la gente
lo capta y lo manifiesta y lo expresa. He observado, por ejemplo, que la
propaganda de productos ha variado mucho, sus anuncios ya son mucho más
poéticos, comunican mejor. Los nombres de los productos comunican algo
que es poesía, porque los que están creándolos ya entendieron que todo
es recreación y poesía, porque el lenguaje mismo es poesía.
¿Esto de la publicidad no es una banalización de la poesía?
¡No!, que sea
banalización o no no nos interesa, porque también en la misma poesía hay
banalización de la gran poesía. Hay grandes y extraordinarios poetas
que no son para un gran público y hay poetas menores que tienen un mayor
público, y hay poetas casi cursis que son leidísimos y que tienen cosas
casi buenas, incluso buenas. José Ángel Buesa, por ejemplo, un poeta
que usted puede llamar banal o trivial, pero que es extraordinariamente
leído, incluso ganó dinero con su poesía, y a mí me gusta su poesía,
aunque no alcance las cimas de un Pablo Neruda, un Eliot, un Octavio
Paz. Como decía Joaquín Gutiérrez, un profesor mío en la universidad de
Costa Rica, hay escritores de un talento tan grande que llenan mares,
otros lagos, otros lagunas, otros llenan un dedalito, pero es de miel
pura y eso importa también. Más bien esas cosas invitan a los poetas a
ponerse a trabajar porque se dan cuenta de que les están pisando los
talones y que cualquier anuncio comercial puede ser mejor que ellos en
un momento determinado. Yo no sé de dónde están copiando, pero cuando yo
veo un anuncio de un churro, que dice “con queso acelerado”, ja, ja,
ja… ¿no es excelente? ¿No es fabuloso? ¿No hay poesía allí? “Nacho
atrevido”. Hay creatividad allí.
Por lo menos hay adjetivación insólita. Claro que lo hay, es que no hay que menospreciarlo. Es el mismo componente expresivo de los narradores de fútbol, en los que de repente usted encuentra una imagen que realmente dice esto no corresponde al fútbol, sino a la poseía, pero qué bien expresa lo que ellos quieren reflejar en el momento. La poesía no es una cosa tan aislada como se cree, esa es la noción elitista, pero no es que no esté al alcance el placer estético que tienen derecho a disfrutar las personas, porque el ser humano, si lo ve bien, está dividido en tres partes: somos alma, cuerpo y espíritu, y la cultura tiene la obligación de llenar esas partes del hombre, la estética, espiritual y física. El hombre es un ser integral y lo único que lo puede integrar realmente es la cultura.
Sobre el volumen “La voz convocada”, Helen Umaña dice que sus poemas “ostentan una cosmovisión sombría, quizá atraído por la órbita gravitacional de Nelson Merren”. ¿Qué tanta es la influencia de este poeta en su obra?
Poéticamente no
mucha. La influencia de Merren en mí fue de reconocimiento,
convergíamos en un punto: él era un poeta verdaderamente moderno,
contemporáneo en Honduras, y eso es lo que yo buscaba, lo que yo estaba
tratando de hacer. Sinceramente, fue el único poeta con el que logré
identificarme en cuanto a mis aspiraciones de contemporaneidad y
modernidad, de una literatura completamente distinta, porque aun ahora,
después de Merren y mi poesía, no han logrado los jóvenes llegar a esta
cima, no han entendido cuál es el aporte de Merren y el mío a la poesía.
La coloquialidad que Merren expresa es la coloquialidad que yo quisiera
que manejaran los jóvenes y la mayoría de los poetas, pero finalmente
se dejan llevar por un lirismo y trivialización de la poesía que
confunden con coloquialidad, y un intelectualismo de tercera mano,
porque no manejan los recursos de un planteamiento intelectual elevado,
no se han realmente fusionado con esas grandes cimas de la literatura,
como Proust, Faulkner, de Pound y Eliot. Merren se parece mucho en
varias cosas conmigo. A él le gusta el soneto y lo primero que le llevé
para que conociera lo mío fueron 14 sonetos, que es un género que sigo
cultivando y que pienso publicar ahora, porque soy un poeta maduro y
nadie me va avergonzar por decirme que escribo con rima.
¿Y Roberto Sosa tiene influencia sobre usted?
No es que yo
quiera vanagloriarme, ¡pero ninguna! Las influencias mías son tan
variadas y vienen de tantas partes que ni se distinguen y están en mis
poemas menos buenos. No sé si me explico, pero en mis poemas
fundamentales no hay nada que tenga que ver con Roberto Sosa, y puedo
decir que él no alcanzó ciertas cimas en cuanto a calidad estructural
del poema. Roberto nunca intentó, por ejemplo, como yo sí lo hice, un
poema de personajes, como está en el “Rumor de la piedra”, donde me
propuse que estuviera el ambiente dentro del poema, que se sintiera,
como en los cuentos, el calor, el lugar donde estamos, en Tegucigalpa,
que vamos en un bus apretados entre Belén y la Kennedy. Roberto nunca
hizo ese tipo de cosas. Los personajes múltiples que hay en mis poemas,
eso no lo ha hecho nadie en Honduras, tengo que decirlo ahora, con mucha
modestia, después de mucho tiempo de que lo hice, hace 30 años… Solo
Merren se acerca a eso, porque él tenía un agudo sentido de lo que es la
poesía contemporánea y moderna, que lo captó de donde tenía que
captarlo, de donde yo lo capté, de Whitman, de los poetas
norteamericanos, de Cummings, de Carlos Williams. Aquí dieron muchas
vueltas los poetas, se fueron por Benedetti, yo también anduve por allí,
por esa poesía que yo consideraba ya en aquel tiempo de muy bajo nivel,
fuera Benedetti u otro, porque yo sabía dónde estaba colocado
literariamente.
Un chisme literario cuenta que alguna vez Sosa evitó que usted ganara un premio. ¿Es cierto esto?
Lo que pasó fue
que el voto suyo a favor mío, y él bien sabía que el libro era mío, me
habría favorecido. Mejores poetas que él votaron por mí. Cuando digo
mejor no es peyorativo, me refiero a poetas más conocidos en el momento y
universalmente, como Ángel González, el gran poeta español de la
generación del 50. Al final ganó un mal libro de una uruguaya cuyos
poemas son pésimos; al comparar, hoy que han pasado 20 años, nadie le va
a hacer justicia al poeta Sosa por no haber votado a mi favor.
¿Pero no es posible que Sosa solo pretendiera ser objetivo?
¡No! Roberto
Sosa, y esto lo dije siempre y lo seguiré diciendo, hizo más daño que
bien a la poesía hondureña. Él siempre se opuso y se enemistó con los
poetas más jóvenes que él. Aquí no hay un solo poeta que hoy tenga mi
edad, que en aquel entonces éramos más jóvenes que él, que no haya
tenido problemas con Roberto Sosa. A todos los juzgó, de todos hizo
chiste, de todos hizo mofa. En el extranjero siempre dijo que aquí nunca
hubo poetas, que el único era él, y no daba direcciones absolutamente
de nadie en Honduras, y si alguien le caía mal lo excluía de las
antologías que hacía; yo soy uno de esos excluidos de sus antologías.
Hay también personas que él dejó fuera una vez que se enemistaron, como
Rigoberto Paredes. cuando estaban de amigos no hubo ningún problema, se
entendían literariamente, pero cuando hubo conflicto entre ellos, por
esa condición que tenía el poeta Sosa de que no había nadie más que él
en el universo, de Honduras, desde luego, a Rigoberto también lo excluyó
de las antologías. Es muy penoso que un poeta pueda ser tan egoísta y
no pueda abrirles camino a los demás, por lo menos con una actitud
diferente.
Hay una novela inédita suya que el tiempo ha vuelto mítica, conocida en círculos literarios como “El mundo de la mandarina”. Una vez le mencioné este nombre y usted me dijo que le agradaba y que la llamaría así. ¿Está terminada esta novela? ¿Piensa publicarla? ¿Es cierto que cuando se lo mencioné decidió ponerle ese nombre?
Ja, ja, ja.
Valdría la pena que me preguntara si realmente existe también, ja, ja,
ja. En realidad sí existe, yo tengo una copia manuscrita. Lo que pasa es
que la dejé olvidada hace ya casi ocho años más o menos…
¿Dónde la olvidó usted?
No, si tengo
una copia en la casa. Y en efecto, yo le había llamado “La casa de la
mandarina”, pero era título provisional, pero un día me preguntaste si
se llamada “El mundo de la mandarina” y dije no, se llama “La casa de la
mandarina”, pero me gusta más “El mundo de la mandarina”, y en efecto,
si la llego a publicar se va a llamar “El mundo de la mandarina” porque
es mucho más sugerente, mucho más hermoso.
Hace poco me dijo un escritor joven que los poetas tienen temperamento melancólico. ¿Está de acuerdo con esto?
Yo creo que hay
muchos temperamentos y a veces pueden ser melancólicos y otras veces
pueden ser alegres, no hay condición fija para ser poeta. La única
condición es el talento y el talento es el que va a jugar con esos
estados melancolía, alegres o exaltados. Eso no tiene nada importante,
eso más bien parece una aberración. Si un muchacho piensa estar
melancólico toda la vida para escribir, se va a morir. Esa es una
actitud romántica, es una realidad que ya pasó y se le llamó la
enfermedad romántica. Muchos poetas, incluso Juan Ramón Molina, fueron
capturados por ese espíritu. Otra cosa hubiera sido Molina si se hubiera
revelado en su corazón que podía ser el gran poeta latinoamericano,
porque lo es de Honduras, si hubiese sido capaz de sustraerse a ese
espíritu de la melancolía que tenía, y de la filosofía que leyó, porque
él confiesa que se envenenó con filosofía en su poema “Madre
melancolía”, y con los venenos de la literatura, porque tomó más de los
venenos de la literatura que de la bienaventuranza, de los dotes de
fortaleza y esperanza que la literatura puede transmitir.
¿Recuerda está pregunta que hizo en uno de sus poemas: Y la gente que no lee poesía, qué hace para vivir? Si le tocara a usted responderla, ¿qué diría?
¡Lo
mismo¡ Yo encontré una respuesta. En el mundo, como dijo Wallace
Stevens, la poesía fue mi redención, pero en el encuentro con Dios yo
encontré mi verdadera y completa redención. Ahora soy libre, yo ya no
necesito que la poseía me redima, porque me redimía para el mundo en el
momento que yo necesitaba una redención natural, del hombre, cuando no
sabía a dónde iba… y no sé a dónde van todavía los que no tienen poesía,
porque sin Dios y sin poesía no se puede vivir. Hoy, gracias a Dios, yo
tengo las dos, estoy completo, y la final son la misma cosa, la belleza
es de Dios y yo encontré al dueño de la belleza, estoy completo.
“Tegucigalpa es una res quemada viva”. Este verso es genial, suscita sensaciones visuales y olfativas, entre otras cosas. ¿Qué hizo Tegucigalpa para merecerlo?
Tegucigalpa
hizo para merecerlo tener una alcalde como el de hoy. Yo no nací en
Tegucigalpa, pero la amo, me gusta caminar por ella y no puedo porque
hay rocas en medio de las aceras; una persona con mínimos problemas de
vista, como yo, no puede tener el placer de caminar ya por estas calles.
Sigue siendo una res quemada viva por culpa de los presidentes
municipales, porque no han sabido ni siquiera hacer de un centro tan
pequeño un lugar de recreo maravilloso. La hubieran dejado como antes
mejor, con sus ladrillos, azulejos, que le daban aspecto típico,
señorial, y carácter, y no esas plastas de cemento que andan arrancadas y
no sirven para nada.
¿Por qué todos sus libros de poesía tienen por nombre versos de otros poetas? ¿Son homenajes? ¿Señalan la influencia que signa el libro?
Sí, están
señalando mis preferencias. No tanto que estén signando el contenido del
libro, sino mi ubicación, mi tendencia en la literatura y mi gusto
literario. Y también a la postre es un homenaje a estos poetas que a mí a
lo largo del camino me han gustado. Sin embargo, en “Porque no espero
nunca más volver” mi intención era bien clara al respecto, este es el
mensaje que nunca entendieron, porque allí estoy dando a conocer mi
punto de vista sobre la poesía: yo puse dos citas, porque mis libros
empiezan por las citas, una de Eliot y una de Guido Cavalcanti, estoy
uniendo un poeta contemporáneo y un poeta clásico porque eso es
realmente lo moderno, cuando se unen ambos.
Allí está dicho lo que voy a escribir aunque no lo haya escrito. Mi último libro se llama “El hombre que regresa”, donde el círculo se cierra... siempre es ver la vida como un viaje, los círculos se cierran y se abren de nuevo para seguir viviendo, para seguir escribiendo. Ese libro escrito entre los 18 y 19 años expresa ya mi visión de poeta.
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