Por Jorge Martínez Mejía
De uno de los dos terremotos, ha dicho Fidel Castro, no se puede culpar al hombre por ello (el de Japón). Sin minimizar el terrible impacto de estos fenómenos, ha dicho que "el otro terremoto es más grave", el vertiginoso fenómeno político en que se encuentra sumido el mundo árabe.
Hay algo que se observa como el movimiento inusitado de una revuelta espontánea, alejada de las conspiraciones de las grandes potencias del Imperio, incluido el proceso de transformación del mundo de la información encabezado por Wikileaks que dan pie a la idea de un movimiento dialéctico del mismo fenómeno de la globalización, vale decir, anti-globalización. Sin embargo, a medida que se van desdoblando los acontecimientos y paulatinamente aparecen los rostros vivos del imperio, el tablero del mundo árabe se vuelve más preciso hasta mostrarnos los movimientos de los peones yankis, secretos hasta entonces; caemos en la cuenta que se trata del mismo movimiento que comenzara con la caída de las dos torres.
En nuestro patio, el movimiento del Frente Nacional de Resistencia Popular, como esfuerzo popular de liberación, se desarrolla sin ningún tipo de reconocimiento oficial de ninguna de las potencias que reclaman en Libia un "apoyo más directo a las fuerzas democráticas", como el caso de Francia, Italia y España. Al contrario, en nuestra tierra el reconocimiento y respaldo se lo siguen ofreciendo a las fuerzas oligarcas que de manera ilegítima continúan dominando por las armas al pueblo hondureño.
El apoyo directo del sector cultural en el país lo mantiene el Sistema de Naciones Unidas a través del Programa Conjunto Creatividad e Identidad Cultural para el Desarrollo Local, ahora en la recta final de su ejecución, con el logro de haber estructurado siete Consejos Regionales y cerca de cuarenta Consejos Locales de Cultura en todo el territorio nacional.
El desarrollo del sector cultural no debe responder, como en cualquier otra nación, más que a los intereses de los mismos hacedores de cultura, la política de su proceso debe estar directamente relacionada con los esfuerzos de liberación del pueblo mismo, puesto que es en la cultura donde se experimentan, políticamente, la dominación y ocupación neo-colonial que impone el neoliberalismo como modelo de expansión del imperialismo.
Que sea el pueblo español quien ofrezca el fondo económico para la propuesta del Programa Conjunto, no implica que los hacedores de cultura deban ponerse a disposición del feudo Borbón, ni que por el hecho mismo de que el proceso sea dirigido por el sistema de Naciones Unidas, los cacaraqueos deban ser anti FNRP. La realidad -han dicho los hacedores de cultura de la región norte- es que el golpe de estado ha dado origen a otra cultura, a la cultura antigolpista, que tratan de ocultar mediáticamente como si aquí no hubiera pasado nada. El nuevo sujeto hondureño se sabe manipulado mediáticamente y no puede dejar de observar que sus históricas asambleas son descaradamente ignoradas, tapadas, mientras las insulsas convenciones nacionalistas son pregonadas por todos los aires sin ninguna propuesta.
Los factores geopolíticos que implican el avance de la revolución bolivariana o el socialismo del siglo XXI, el surgimiento de Unasur, la ALBA; no pueden ser desconocidos en la actual coyuntura. De igual manera no deben ser ignoradas las estrategias geopolíticas del viejo imperio colonial y su nuevo continuador imperial con sus estrategias neoliberales.
Por eso, al observar al interior de las discusiones del sector cultural, no da menos que risa la absurda intención de protagonismos, como si las insignificantes diferencias de orden ideológico pudieran eliminar la enorme masa de realidad que implica estar en el centro del interés geopolítico del imperio en América.
Una vez más que se levante nuestro pueblo, y la oligarquía y el imperio volverán a sacar a sus perros a ladrar y a morder. Y la realidad más profunda, se encuentra en el estrecho vínculo de las relaciones sociales de trabajo. Cambiar las relaciones sociales de trabajo, como se plantea un verdadero socialista, implica abandonar el estúpido protagonismo de restregarle la verdad absoluta al pueblo ignorante, es decir, al sector cultural, que en definitiva, no es más que otra manera de llamar al artesano, al obrero de la cultura.
Desconocer que el 28 de junio se dio un quiebre revolucionario que atajó el imperio con sus mañosos aliados oligarcas, es negar nuestra propia conciencia y el interés que tenemos en continuar una gesta que consiste, básicamente, en decir hacia dónde queremos ir, como sector, en una Asamblea Nacional Constituyente.
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