CLEMENTINA SUAREZ
Honduras
Lamentos en el espacio
Honduras
Afuera ruge el viento. Tu cabeza está en mis piernas.
la noche se entretiene en ronda de fantasmas.
Aguas desbarrancadas cortan narcisos y nieblas,
para adornar la tumba de tanto pájaro muerto.
Tú peinas y despeinas mi cabello
mientras el mar arrastra sangre y lodo.
La sombra parece que esculpiera cadáveres.
¿Quién llora y se desespera en el aire?
Amor.
Tú estás dormido, -sin darte prisa por salir de la noche-
mientras yo atajo lamentos de madres y de niños.
Anne Sexton Norton,
Massachusetts
Massachusetts
Deseando morir
Traducción: Griselda García
Ahora que lo preguntas,
la mayor parte de los días no puedo recordar.
Camino vestida, sin marcas de ese viaje.
Luego la casi innombrable lascivia regresa.
Ni siquiera entonces tengo nada contra la vida.
Conozco bien las hojas de hierba que mencionas,
los muebles que has puesto al sol.
Pero los suicidas poseen un lenguaje especial.
Al igual que carpinteros, quieren saber con qué herramientas.
Nunca preguntan por qué construir. En dos ocasiones me he expresado con tanta sencillez, he poseído al enemigo,
comido al enemigo, he aceptado su destreza,
su magia.
De este modo, grave y pensativa,
más tibia que el aceite o el agua,
he descansado, babeando por el agujero de mi boca.
No se me ocurrió exponer mi cuerpo a la aguja.
Hasta la córnea y la orina sobrante se perdieron.
Los suicidas ya han traicionado el cuerpo.
Nacidos sin vida, no siempre mueren,
pero deslumbrados,
no pueden olvidar una droga tan dulce que hasta los niños mirarían con una sonrisa.
¡Empujar toda esa vida bajo tu lengua!
que, por sí misma, se convierte en pasión.
La muerte es un hueso triste, lleno de golpes,
dirías, y a pesar de todo ella me espera,
año tras año, para reparar delicadamente una vieja herida,
para liberar mi aliento de su dañina prisión.
Balanceándose allí, a veces se encuentran los suicidas,
rabiosos ante el fruto, una luna inflada,
dejando el pan que confundieron con un beso
dejando la página del libro abierto descuidadamente
Algo sin decir, el teléfono descolgado.
CRISTINA PERI ROSSI
Montevideo, Uruguay, en 1941
Tango
Montevideo, Uruguay, en 1941
La ciudad no eras vos
No era tu confusión de lenguas ni de sexos
No era el cerezo que florecía -blanco- detrás del muro como un mensaje de Oriente
No era tu casa de múltiples amantes y frágiles cerraduras
La ciudad era esta incertidumbre la eterna pregunta
-quién soy- dicho de otro modo; quién sos.
Emily Dickinson
Estados Unidos 1830
Estados Unidos 1830
Soy Nadie
Soy nadie. ¿Tú quién eres?
¿Eres tú también nadie? Ya somos dos entonces.
No lo digas: lo contarían, sabes. Qué tristeza ser alguien,
qué público: como una rana decir el propio nombre
junio entero para una charca admiradora.
GABRIELA MISTRAL
Chile
Se va de ti mi cuerpo gota a gota.
Se va mi cara en un óleo sordo;
se van mis manos en azogue suelto;
se van mis pies en dos tiempos de polvo.
¡Se te va todo, se nos va todo! Se va mi voz,
que te hacía campana cerrada
a cuanto no somos nosotros.
Se van mis gestos, que se devanaban, en lanzaderas,
delante tus ojos.
Y se te va la mirada que entrega,
cuando te mira, el enebro y el olmo.
Me voy de ti con tus mismos alientos:
como humedad de tu cuerpo evaporo.
Me voy de ti con vigilia y con sueño,
y en tu recuerdo más fiel ya me borro.
Y en tu memoria me vuelvo como esos que no nacieron ni en llanos ni en sotos.
Sangre sería y me fuese en las palmas de tu labor y en tu boca de mosto.
Tu entraña fuese y sería quemada en marchas tuyas que nunca más oigo,
¡y en tu pasión que retumba en la noche, como demencia de mares solos! ¡Se nos va todo, se nos va todo!
Gioconda Belli
Nicaragua 1948
Ahyutentemos el tiempo, amor...
Nicaragua 1948
Ahuyentemos el tiempo, amor,
que ya no exista;
esos minutos largos que desfilan pesados cuando no estás conmigo
y estás en todas partes sin estar pero estando.
Me dolés en el cuerpo,
me acariciás el pelo y no estás y estás cerca,
te siento levantarte desde el aire llenarme pero estoy sola, amor,
y este estarte viendo sin que estés,
me hace sentirme a veces como una leona herida,
me retuerzo doy vueltas te busco y no estás y estás allí tan cerca.
INGEBORG BACHMANN
Austria
Austria
Ningunas delikatessen
Ya nada me gusta
¿Debo ataviar una metáfora con una flor de almendro?
¿Crucificar la sintaxis sobre un efecto de luz?
¿Quién se romperá la cabeza por cosas tan superfluas?
He aprendido a ser sensata con las palabras,
(para la clase más baja) hambre deshonra lágrimas y tinieblas.
Con los sollozos no depurados, con la desesperación
(y desespero de desesperación)
por tanta miseria, por el estado de los enfermos,
el coste de la vida, me las arreglaré.
No descuido la escritura, sino a mí misma.
Los otros saben, Dios lo sabe que hacer con las palabras.
Yo no soy mi asistente.
¿Debo aprisionar un pensamiento
llevarlo a la iluminada celda de una frase?
¿Alimentar oídos y ojos con bocados de palabras de primera?
¿Investigar la libido de una vocal,
averiguar el valor de amateur de nuestras consonantes?
¿Tengo que con la cabeza apedreada,
con el espasmo de escribir en esta mano,
bajo la presión de trescientas noches, romper el papel,
barrer las urdidas óperas de palabras destruyendo así:
yo tú él ella lo nosotros vosotros?
(Que sea. Que sean los otros.)
Mi parte que se pierda
Silvina Ocampo
Buenos Aires
Buenos Aires
Envejecer
Envejecer también es cruzar un mar de humillaciones cada día;
es mirar a la víctima de lejos, con una perspectiva que en lugar
de disminuir los detalles los agranda.
Envejecer es no poder olvidar lo que se olvida.
Envejecer transforma a una víctima en victimario.
Siempre pensé que las edades son todas crueles,
y que se compensan o tendrían que compensarse las unas con las otras.
¿De qué me sirvió pensar de este modo?
Espero una revelación.
¿Por qué será que un árbol embellece envejeciendo?
Y un hombre espera redimirse sólo con los despojos de la juventud.
Nunca pensé que envejecer fuera el más arduo de los ejercicios,
una suerte de acrobacia que es un peligro para el corazón.
Todo disfraz repugna al que lo lleva.
La vejez es un disfraz con aditamentos inútiles.
Si los viejos parecen disfrazados, los niños también.
Esas edades carecen de naturalidad.
Nadie acepta ser viejo porque nadie sabe serlo,
como un árbol o como una piedra preciosa.
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