Sinopsis
Sauce ciego, mujer dormida está compuesto por veinticuatro relatos en los que el aclamado escritor japonés Haruki Murakami mezcla con calculada ambigüedad el sueño y la vigilia, introduce elementos fantásticos y oníricos, se sirve de referentes como el jazz o permite que los cuervos hablen, pero, sobre todo, crea personajes inolvidables, enfrentados al dolor o al amor, o melancólicos, vulnerables y necesitados de afecto. Murakami en estado puro.
Prólogo:
Por decirlo de la forma más sencilla posible, para mí escribir novelas es un
reto, escribir cuentos es un placer. Si escribir novelas es como plantar un
bosque, entonces escribir cuentos se parece más a plantar un jardín. Los dos
procesos se complementan y crean un paisaje completo que atesoro.
El follaje
verde de los árboles proyecta una sombra agradable sobre la tierra, y el viento hace
crujir las hojas, que a veces están teñidas de oro brillante. Mientras tanto, en el
jardín aparecen yemas en las flores y los pétalos de colores atraen a las abejas y a
las mariposas, y ello nos recuerda la sutil transición de una estación a la siguiente.
Desde el comienzo de mi carrera de escritor de obras de ficción en 1979 he
alternado con bastante constancia entre escribir novelas y escribir cuentos. Mi
pauta ha sido ésta: una vez termino una novela, siento el deseo de escribir
algunos cuentos; una vez he hecho un grupo de cuentos, entonces me entran
ganas de concentrarme en una novela.
Nunca escribo cuentos mientras estoy
escribiendo una novela, y nunca escribo una novela mientras estoy
trabajando en unos cuentos. Bien puede ser que los dos tipos de género hagan
funcionar partes distintas del cerebro y se necesite cierto tiempo para pasar de
uno a otro.
En 1973 empecé mi carrera literaria con dos novelas cortas, Oíd cantar el viento y
Billar eléctrico; y fue después, de 1980 a 1981, cuando comencé a escribir cuentos.
Los tres primeros fueron «Un barco lento a China», «La tía pobre» y «La tragedia
de la mina de carbón de Nueva York». En aquel tiempo, poca idea tenía yo de
cómo escribir cuentos, así que me resultó difícil, pero la verdad es que encontré
la experiencia realmente memorable. Sentí que las posibilidades de mi mundo ficticio
aumentaban en varios niveles.
Y, al parecer, los lectores apreciaron esta otra
vertiente mía como escritor. «Un barco lento a China» se incluyó en mi primera
colección de cuentos, El elefante desaparece, y los otros dos se encuentran en la presente
colección. Ése fue mi punto de partida como autor de cuentos y también el
momento en el que creé mi sistema de alternar novelas y cuentos.
«El espejo», «Un día perfecto para los canguros», «Somorgujo», «El año de los
espaguetis» y «Conitos» formaron parte de una colección de «relatos breves» que
escribí de 1981 a 1982. «Conitos», como pueden ver fácilmente los lectores, revela en
forma de fábula mis impresiones del mundo literario cuando me publicaron por
primera vez. En aquel momento no pude integrarme bien en el establishment literario
japonés y esta situación persiste hoy día.
Uno de los placeres de escribir cuentos es que no se tarda tanto tiempo en
terminarlos. Generalmente me lleva alrededor de una semana dar a un cuento una
forma presentable (aunque las correcciones pueden ser interminables).
No es como la
total entrega física y mental que se requiere durante el año o los dos años que tardas
en redactar una novela. Entras en una habitación, terminas tu trabajo y sales. Eso es
todo. Para mí, al menos, escribir una novela puede parecer una tarea que nunca
acaba y a veces me pregunto si voy a salir vivo del empeño. Así que encuentro que
escribir cuentos es un cambio de ritmo necesario.
Otra cosa agradable de escribir cuentos es que puedes crear un argumento a
partir de los detalles más nimios..., una idea que brota en tu mente, una palabra,
una imagen, cualquier cosa. En la mayoría de los casos es como la improvisación
en el jazz, y el argumento me lleva a donde a éste le plazca. Y otra cosa buena es que
en el caso de los cuentos no tienes que preocuparte por el fracaso. Si la idea no
sale como esperabas, te encoges de hombros y te dices que no todas pueden salir
bien. Incluso en el caso de maestros del género como F. Scott Fitzgerald y Raymond
Carver —hasta en el caso de Antón Chéjov— no todos los cuentos son obras
maestras. Para mí esto es un gran consuelo. Puedes aprender de tus errores (dicho de
otro modo, aquellos a los que no puedes llamar éxitos totales) y usarlos en el
siguiente cuento que escribas.
En mi caso, cuando escribo novelas me esfuerzo
mucho por aprender de los éxitos y los fracasos que experimento cuando escribo
cuentos. En ese sentido, para mí el cuento es una especie de laboratorio experimental
como novelista. Es difícil hacer experimentos como a mí me gusta dentro del
marco de una novela, de modo que sé que, sin cuentos, la tarea de escribir
novelas resultaría aún más difícil y exigente.
Me considero esencialmente novelista, pero muchas personas me dicen que
prefieren mis cuentos a mis novelas. Eso no me preocupa y no intento
convencerlas de lo contrario. De hecho, me gusta que me lo digan. Mis cuentos
son como sombras delicadas que he puesto en el mundo, huellas borrosas que
han dejado mis pies. Recuerdo con exactitud dónde puse cada uno de ellos y cómo
me sentí en aquel momento. Los cuentos son como postes que indican el camino
para llegar a mi corazón, y me siento feliz, como escritor, de poder compartir
estos sentimientos íntimos con mis lectores.
El elefante desaparece se publicó en 1991 y se tradujo luego a muchos otros idiomas.
La colección Después del terremoto apareció el año 2000 en Japón. Este libro contenía
seis cuentos relacionados de una u otra forma con el terremoto de 1995 en Kobe. Lo
escribí con la esperanza de que los seis cuentos formasen una imagen unificada en la
mente del lector, así que tenía más de colección monográfica que de colección de
relatos cortos. En ese sentido, pues, el presente libro, Sauce ciego, mujer dormida, es la
primera colección auténtica de cuentos que he sacado desde hace mucho tiempo.
Este libro, como es natural, contiene algunos cuentos que escribí después de que
se publicara El elefante desaparece. «La chica del cumpleaños», «Los gatos antropófagos»,
«El séptimo hombre» y «El hombre de hielo» son algunos de ellos.
Escribí «La chica
del cumpleaños» a petición del editor cuando me hallaba trabajando en una
antología de historias sobre cumpleaños escritas por otros autores. Seleccionar
cuentos para una antología es una tarea relativamente fácil para el escritor, si te falta
uno, puedes escribirlo tú mismo. «El hombre de hielo», por cierto, se basa en un
sueño que tuvo mi esposa, a la vez que «El séptimo hombre» tiene su origen en una
idea que se me ocurrió cuando era aficionado al surfing y estaba contemplando las olas.
A decir verdad, con todo, desde comienzos de 1990 hasta comienzos de 2000
escribí muy pocos cuentos. No porque hubiera perdido el interés por ellos, sino
porque estuve tan ocupado escribiendo varias novelas que no tenía tiempo. No
tenía tiempo para cambiar de género. Es cierto que escribía algún cuento de vez
en cuando si no había más remedio, pero nunca me concentré en ellos.
En lugar
de eso escribía novelas: Crónica del pájaro que da cuerda al mundo; Al sur de la frontera, al
oeste del sol; Sputnik, mi amor; Kafka en la orilla. Y entremedio escribí obras que no
eran de ficción, las dos que componen la versión inglesa de Bajo tierra. Cada una
de ellas me exigió muchísimo tiempo y energía. Supongo que en aquel entonces mi
principal campo de batalla era éste: escribir una novela tras otra. Quizás era simplemente
una etapa de mi vida para hacer aquello. Mientras, igual que un intermezzo,
publiqué la colección Después del terremoto, pero, como ya he dicho, en realidad no fue
una colección de cuentos.
En 2005, sin embargo, por primera vez en mucho tiempo sentí un fuerte deseo
de escribir una serie de cuentos. Un poderoso impulso se adueñó de mí,
podríamos decir. Así que me senté ante mi escritorio, escribí a razón de un cuento
por semana, aproximadamente, y terminé cinco en no mucho más de un mes.
Francamente, no podía pensar en nada más que en esos cuentos y los escribí casi sin
parar. Estos cinco cuentos se publicaron hace poco en Japón en un volumen titulado
Cuentos extraños de Tokio y aparecen reunidos al final del presente libro.
Como indica el título, todos comparten el hecho de ser extraños, y en Japón
salieron en un solo volumen. A pesar de tener un tema en común, cada cuento
puede leerse con independencia de los otros y no forman una sola unidad definida
claramente como los cuentos de Después del terremoto. Pensándolo bien, sin
embargo, todo lo que escribo es, más o menos, un cuento extraño.
«Cangrejo», «La tía pobre», «El cuchillo de caza» y «Sauce ciego, mujer dormida»
se han revisado en gran medida antes de traducirlos, por lo que las versiones que
aparecen ahora son muy diferentes de las primeras que se publicaron en Japón.
También en varios de los cuentos anteriores encontré detalles que no acababan de
gustarme e hice algunos cambios de poca importancia.
Asimismo debería mencionar que muchas veces he reescrito cuentos y los he
incorporado a novelas; la presente colección contiene varios de estos cuentos. «El
pájaro que da cuerda al mundo» y «Las mujeres del martes» (incluidos en El elefante
desaparece) se convirtieron en el modelo del principio de la novela Crónica del pájaro que
da cuerda al mundo y, de modo parecido, tanto «La luciérnaga» como «Los gatos
antropófagos» se incorporaron, con algunos cambios, a las novelas Tokio blues.
Norwegian Wood y Sputnik, mi amor, respectivamente. Hubo un periodo en el que
narraciones que había escrito como cuentos continuaron creciendo en mi mente,
después de publicarlos, y se transformaron en novelas. Un cuento que había escrito
mucho tiempo antes irrumpía en mi casa en plena noche, me zarandeaba hasta
despertarme y gritaba: «iEh, que éste no es momento de dormir! ¡No puedes olvidarte
de mí, todavía quedan cosas por escribir!». Impulsado por esa voz, me encontraba
escribiendo una novela. También en este sentido mis cuentos y novelas se
conectan dentro de mí de una manera orgánica, muy natural.
H.M.
No hay comentarios:
Publicar un comentario