CIUDAD INVERSA
KAREN VALLADARES
(Honduras, Poeta
del Grado Cero)
Nadie olvida la
distancia y sus colores bipolares.
Aquí nada vale. Todo ha
muerto.
El silencio ha vuelto a
posesionarse de mi boca.
Ciudad inversa o
los días de la agonía o los días del exilio o los días de la sombra que nos
cubre sin que podamos evitarlo, una sombra llamada poesía, contemplación, una
sombra que llega sin que se le pida, sin que se le espere o sea anhelada.
Karen Valladares
y sus pasos silenciosos recorren la ciudad donde vive mientras las calles, las
ventanas y los callejones le hablan, a ella, la poesía se le desborda por los
ojos, por la lengua y hasta por las manos parapléjicas y con esto habla de la
miseria, de la tristeza, de lo incivilizado que es este mundo lleno de salvajes
egoístas.
La poeta se
duele y se recuerda y se conmueve, la poeta es en círculo continuo, la niña
solitaria que juega con los fantasmas de la casa, la gran casa de la familia,
con sus patios, con su luz, con su historia llena de fantasmas, no como su casa
que vacía está llena de ausencia y de vacío.
Sobra el tiempo
para enamorarse,
para leer un libro.
Para sentarnos en el
techo de la casa
y mirar el cableado de
la ciudad y no el cielo.
Karen sigue su
canto melancólico donde añora la calma, la paz, ese sentido de equilibrio que
nunca se consigue cuando se es poeta. Sus ojos son llave maestra, lengua
muerta, silencio que estalla y lo rompe todo, con toda mala intención, con el
propósito de provocar hastío, melancolía, incomodidad…
Mis ojos no son ya
aquellas calles solitarias y muertas,
la piedra que golpea la
tibia mirada que no observa. Silencio
Quién sabe qué
provoca el encierro de las grandes ciudades en la poesía que fluye por los
ojos, se clava en la mente y se desangra por la lengua, el caso es que las
ciudades evocan siempre un encierro invisible, una forma de desaparecer sin que
nadie lo note, nos convierte en número, estadística, base de datos y nos roba
la vida, el día, la vida…
Cabalga la noche sobre
la ventana
como la lluvia sobre los
rostros,
como la ciudad sobre la
palabra.
Si la palabra es
sentido, la poesía es locura, no enferma tampoco sana, no es una arma que salve
la vida de nadie pero salva la vida de
quien la acepta sin condiciones y se fuga cuando menos lo piensas, cuando el
silencio invade tu pensamiento y obstruye tu palabra, y te deja hueca y te
orilla a la miseria que nos arrincona sin entender nada, sin aceptar nada, sin
importarnos nada.
Se me han agotado las palabras.
Que alguien me diga qué decir entonces.
Como en su
dedicatoria inicial, Karen cierra su poemario con su sentencia de muerte para
la poesía, para la rima, para la métrica, para el soneto y da rienda suelta a
sus imágenes de lo cotidiano, del luto amoroso, de la orfandad de la ausencia que
le acompaña desde siempre, sólo para no darle espacio a la fragilidad de la
poesía simple, la cursi, la que busca el agrado y el aplauso fácil, y sin
importarle nada cuelga la pluma, rompe el papel, se desgarra y de ella brota,
quizá en contra de su voluntad, la poesía, la real, la sucia, la que insolente,
rasga y deja una herida que sangrará cada vez que el libro sea abierto.
Mónica
Gameros
México
Algunos poemas de ciudad inversa
Algunos poemas de Ciudad Inversa
Me ha traicionado la poesía
Se fue la palabra
La imagen,
la metáfora
Los libros buenos, y no tan buenos.
Se fue al carajo todo.
Y yo me quedo hundida en la nada.
Debo elegir la rabia
Debo elegir la rabia,
la furia, el llanto y el grito y la herida y otra vez la rabia.
Veo que corre mi sangre, que no es mi sangre,
y siento que aquí nadie puede ser feliz.
Ser feliz es una maldición.
Hay que vivir como si nada importara,
golpeándose el pecho; elegir la rabia,
tomar un poco de ron, y pensar que nada importa.
Elegir el fuego, el insulto, la voz irritada,
la queja, la mano empuñada, la casa vacía, la soledad, la mesa sola.
Vuelvo a elegir la rabia,
y pienso en toda la mierda que debo decir.
Esta noche será húmeda hasta los ojos,
y no por la lluvia de este invierno inconcluso.
Pienso en el invierno,
en las hojas cayendo de los árboles,
en el moho de las paredes, en el aullido de un gato, y me da rabia.
Vuelvo a elegir la rabia porque todo es una terrible porquería.
Nadie se ama, nadie se toma de la mano,
nadie se besa. El amor no es cierto.
Elijo la rabia para detener el tedio
de esta casa sin vida.
Hoy no he muerto
Aviéntame hasta donde quieras.
Caifanes
Hoy no he muerto,
no tengo cerrados los ojos
ni amordazados los labios.
Ni el cuerpo endurecido.
Hoy no pienso dejar este mundo
no pienso enfermar de gravedad
no pienso dejar que me entierren bajo tierra
sin ningún motivo
sin ninguna excusa válida para no seguir viviendo
sin ninguna excusa que realmente valga la santasíma pena.
No, hoy no he muerto, mi corazón todavía late,
todavía siento fluir mi sangre
y eso, que no sé si es precisamente roja.
Y si corre realmente por mis venas o fuera de ellas.
Hoy no he muerto,
no me veo confundida por escoger caminos
no me han colocado en un ataúd, ni me han cruzado las manos
para sostener un crucifijo sin ningún significado;
ni he escrito ninguna carta para mi enamorado.
ni para mi hijo que apenas balbucea sus primeras voces.
Ni para mis viejos vestidos que guardo en el armario
ni para la anciana que pasa a diario por la casa.
Y es que quisiera decirle tantas cosas.
No, hoy no he muerto, todavía siento mi pulso
todavía parpadean mis ojos
todavía descifro enigmas en tu espalda
todavía descubro mi nombre en tu boca
todavía,
todavía
todavía suceden todas las cosas que yo quiero.
Follemos
Si quieres follemos hasta morir…
Manuel Vilas
Todavía mi cuerpo siente,
todavía mis piernas están abiertas,
todavía me encuentro con el cuerpo desnudo,
con los pechos erectos,
el vientre enfurecido.
Mis muslos sudorosos
mis pies descalzos bajo la sábana.
Toda dilatada,
toda yo húmeda
toda la casa excitada
todo el jardín oliendo a sexo.
Yo, la mujer desnuda,
sola, frente a vos,
para que me hagás a tu antojo.
Sacúdime,
estreméceme;
sácame los fantasmas
los espíritus inmundos,
mis demonios.
Arráncame los insomnios y las noches profundas.
Sácalo todo,
sacúdime, alborotá mi pelo, mis ojos.
Mi nombre lánzalo a las paredes, hacelo añicos.
Rómpeme. sin tabú.
Desaparéceme en tu cuerpo
erecto.
Desaparezcamos juntos,
en un grito,
donde nuestras voces se unan en una misma sombra,
una misma silueta, un mismo espejismo,
un mismo suicidio.
Una misma sangre.
Vamos, no hay tiempo suficiente.
Las horas se adelgazan, se vuelven transparentes,
hurañas, indiferentes.
Vamos, follemos hasta que amanezca
y se nos acaben los aullidos, los orgasmos y el Kamasutra.
Follemos vida mía, que nada interrumpa nuestra desnudez
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