Comentario
al libro CIUDAD INVERSA de Karen Valladares
Por Jorge Cocio
Chile.
Chile.
“Ha
muerto la poesía” - Anne Sexton
Dicen algunas leyendas
que cuando morimos una parte de nosotros se queda en la tierra y la otra se
acuesta en el limbo. Pero nunca nos dicen cuál es la importante. Quizás buscar
respuesta a ese detalle sea tan irrelevante como el preguntarse si hay algo
después de la poesía. De ahí la necesidad de comentar el siguiente texto en
esta estación de buses en el fin del mundo.
Esta
ciudad / esta precisa ciudad / es el mundo / que nadie sueña.
Pareciera que para Karen Valladares la
ciudad es un cuerpo tan íntimo como extraño, y que constantemente le remite a
ella; por ende, necesita descifrarla en cada esquina. He ahí la conexión
visceral que se produce cuando la palabra no tiene límites y se infiltra por la
carne. En Ciudad Inversa la palabra
atraviesa todo lo imaginable, pero al mismo tiempo es incapaz de romper el
silencio, cruzar la soledad o la nave de la muerte.
La
muerte lanzó los dados y no tuve suerte.
Desde la lluvia a los hospitales, los
amantes y hasta lo más remoto de su nombre, lo que me lleva a creer en un
sinnúmero de teorías alternativas sobre la disposición de las imágenes, el
orden de los poemas, la sintaxis o las constantes referencias directas en las
citas que hace y que no hace. Donde Borges, Girondo, Jaguares, Plath, Sexton y
Bukowski comparten la misma mesa de póker de palabras vitales.
Hay
temporadas en las que me hartan todas las cosas, el amor, los vestidos y los
accesorios; las voces y los amigos de mierda. Por
estos versos y otros que se presentan en los cuatro compases que componen este
libro, Karen Valladares toma la rutina como parte fundamental de su poética.
Asimismo, la intimidad del escribir se hace parte de la mirada tanto como
autorreferencia, como efecto colateral del valor del acto… ¿útil o inútil?
A
mí no me interesa la metáfora, o el verso, yo vivo sin parar y escribo.
Pero también podría romper todo lo dicho y
plantearles otra cosa. ¿Qué pasaría si les dijere que Ciudad Inversa no es más que un conjunto de notas a pié de página
de todo lo que ella quería decir? ¿Si la rabia contenida y el deseo de morir
fuesen artefactos que pretenden decir otra cosa? ¿No será que esta obra plantea
la muerte de la palabra y no de la poesía? Porque es fácil matar lo que a nadie
le importa.
Título: Ciudad Inversa
Autora: Karen Valladares
Editorial: La Liga de la Justicia Ediciones
Algunos poemas
La abuela
A: Lupe, a Mamachón, y Eva.
La abuela sueña con vivir siempre.
Todavía atrapa anocheceres infinitos
En la profundidad de sus manos.
Ignora al tiempo tostándose en sus mejillas.
La abuela aún recuerda
aquella guitarra marchitándose en sus dedos.
Su infancia imposible sin muñecas,
mezclada de cal, y de ríos crecidos hasta la rodillas.
Aún recuerda el nombre de sus enamorados,
y por siempre recuerda
el parto doloroso de sus hijos.
La abuela aún cree que cuando despertamos
es para nacer de nuevo.
Ella aún descubre palabras
vestidas de colores
formas y cosas.
Ella ha venido a bordar junto a mí
la transformación de sus antepasados.
Caballo blanco en el sepelio
En la ciénaga, mi caballo vigila la canción del agua
Jorge Martínez Mejía
El caballo blanco trota suave y silencioso en el sepelio.
Nadie lo ve más que mi espíritu angustiado.
Nadie siente el frío rozar de su caminata y el meneo tembloroso de su cola.
Sufre el caballo la pérdida del que lo vio nacer,
y observa como se hunde el cuerpo en la tierra,
y como es sepultado y olvidado.
El caballo blanco trota suave y silencioso en el sepelio,
se aleja, con los ojos vidriosos por el llanto
Desaparece corriendo y relinchando, entonando alto el canto de su despedida.
Me es indiferente ver venir la muerte
Me es indiferente ver venir la muerte
asomarse como un pájaro
yéndose como un fantasma que lleva mi nombre en sus costados;
Me es indiferente ver llegar la muerte,
la sombría muerte,
la tardía muerte
la temprana muerte
la dolorosa muerte
la misteriosa muerte
que me vean colgada del techo,
sangrando hasta los pies,
hasta las uñas
hasta el suelo
postrada como árbol herido.
Me es indiferente
cualquier tipo de dolor,
de angustia
de desconsuelo y desesperación,
volverme loca y andar por las calles
desconocida.
Verme elevada
como hoja seca
caída desde hace tiempo.
Me es indiferente ver la muerte,
verla venir
verla irse y carcajearse sin piedad
arrastrando su bufanda de poemas
suicidas.
Intenté suicidarme
Intente suicidarme.
Sigo viva por todas mis desgracias,
anotando los restos de mis días en una libreta polvosa.
La vida para mí solo era un juego de niños, un ir y venir sin propósito.
He saboreado la nada, aprendí a contemplarme,
a desvanecerme, a sentir pudrirse la soledad.
A verme inútil todas las veces que quise,
a no tenerle fe a nada, a odiar los aguaceros y el bullicio del sol.
Odié por completo el griterío de los niños en los recreos,
la pulcritud de los hospitales, los parques y las calles completamente habitadas.
Consumí la locura en todos mis tiempos,
absorbí todo lo que no le quedaba.
Mi nombre ahora quizá sea locura.
Intenté suicidarme.
La muerte lanzó los dados y no tuve suerte.
Sigo viva,
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