Roberto Sosa nació en Honduras en el departamento de Yoro, el 18 de abril de 1930. Es considerado uno de los poetas más sobresalientes de América Central y en 1968 recibió el premio Adonay por su libro Los Pobres.
(nace el 18 de abril en Yoro, Honduras). Ha ganado diversos premios a nivel internacional, como el Adonais de España. Director de revistas literarias y Galerías de Arte. Asimismo ha participado en diferentes congresos latinoamericanos. Tiene estudios de Maestría en Artes, por la Universidad de Cincinatti, Ohio, Usa. Jurado del prestigioso Premio Casa de Las Américas de Cuba. Catedrático de Literatura y escritor residente en Upper Montclair Collage, N.J., USA. En 1990 es nombrado con el grado de Caballero en la Orden de las Artes y las Letras por el Ministerio de Cultura de la República de Francia
Entre sus obras tenemos:
- 1959: Caligramas (Tegucigalpa)
- 1966: Muros (Tegucigalpa)
- 1967: Mar interior (Tegucigalpa)
- 1967: Breve estudio sobre la poesía y su creación
- 1968: Los pobres (Madrid)
- 1971: Un mundo para todos dividido (La Habana)
- 1981: Prosa armada
- 1985: Secreto militar
- 1987: Hasta el sol de hoy
- 1990: Obra completa
- Antología personal
- Los pesares juntos
- 1994: Máscara suelta
- 1995: El llanto de las cosas
Su obra ha sido traducida al alemán, chino, francés, inglés, italiano, japonés y ruso. Fallecio en la ciudad de Tegucigalpa el 23 de mayo de 2011
La estación y el pacto
Ni la ventana que entredibuja el viejo campanario.
Ni aquella ingenuidad de primer grado
Del insecto viudo que aún sobrevuela mi infancia.
Ni la amistad del libro: me hacen falta.
Tus manos al alcance de mis manos
Me faltan
Como las compartidas soledades.
Necesito, lo sabes, las gemelas alturas de tu cuerpo,
Su blancura quemada. Y ese pez
Que vuela azulinante hacia el final
De tus desnudeces…
Abriendo y cerrando los labios de tu fuerza
Oscurísima.
El llanto de las cosas
Mamá
Se pasó la mayor parte de sus existencia
Parada en un ladrillo, hecha un nudo,
Imaginando
Que entraba y salía
Por la puerta blanca de una casita
Protegida
Por la fraternidad de los animales domésticos.
Pensando
Que sus hijos somos
Lo que quisimos y no pudimos ser.
Creyendo
Que su padre, el carnicero de los ojos goteados
Y labios delgados de pies severo, no la golpeó
Hasta sacarle sangre, y que su madre, en fin,
Le puso con amor, alguna vez, la mano en la cabeza.
Y en su punto supremo, a contragolpe como
Desde un espejo,
Rogaba a Dios
Para que nuestros enemigos cayeran como
Gallos apestados.
De golpe, una por una, aquellas amadísimas
Imágenes
Fueron barridas por hombres sin honor.
Viéndolo bien
Todo eso lo entendió esa mujer apartada,
Ella
La heredera del viento, a una vela. La que adivinaba
El pensamiento, presentía la frialdad
De las culebras
Y hablaba con las rosas, ella, delicado equilibrio
Entre
La humana dureza y el llanto de las cosas.
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