jueves, 9 de diciembre de 2010

LUZ, CÁMARA, UPPERCUT: LA QUINTA ESQUINA DEL CUADRILÁTERO





Por Dennis Ávila


DE LA QUINTA ESQUINA DEL CUADRILÁTERO



Antes de la pelea, el amor amenaza con tocarla y le quema las manos con un contrato. El boxeo le golpea los guantes y como no hay historia que pueda ganarse en el escenario de las negociaciones, se sube al deporte de los poemas, donde ella, al principio como toda inocencia, es la que besa la lona y no la que pone las cuerdas del cuadrilátero.
La batalla la conduce a caer varias veces, pero ni los comienzos ni los finales son definitivos cuando hay apuestas de por medio y réferis que atrasan los versos de una buena pegada. Lo demás, palmadas en la espalda, escupitajos en los baldes y la otra mejilla como saco de arena.
Está guapa la chica que lleva el cartel, muy ronca la voz del réferi, duros los primeros jabs que derraman su sangre en el primer round. Ella se limpia las lágrimas y su sparring no tiraría la toalla por tantos ataques. Aunque sólo ella sabe lo duro que fue recibir la estatura de tantos golpes bajos. Lo cierto es que el cuadrilátero tiene caliente la sopa. Las miradas de los espectadores invaden la lona como circo romano. La furia estudia de puntillas la noche y los destellos de las cámaras parecen estrellas que mueren a la velocidad del segundo. Perra de Pavlov debuta y su belleza no entiende las leyes perdidas de la guerra. Son los escenarios donde el destino agudiza la mirada. Sus uñas cortas por debajo de los guantes se convierten en puñales. Si la alegría explotara y ganara una oscura sensación de perderse, dejaría la tristeza en el suelo.
Esto es demasiado emocionante. Más bien una autopsia es el segundo round para los que no creían en ella. Las luces tienen cara de asombro, la película exige una oportunidad para rebobinarse antes del gran gancho contra Billy Gallardo. El instante que habita donde no cabe una pregunta, sólo un pómulo izquierdo que debe dolerle en la barbilla. Dos costillas rotas en el fondo son las manchas rojas de los nudillos de la Perra en la pared.
Son cuatro las paredes, los puntos cardinales, las extremidades y las llantas de un carro convencional. El número exacto que nada parece deber a otros números. Aquí habita todo el equilibrio. Ni pasados ni futuros en esta infinidad de la avenida del desamor. El cuarto es una lona con el cuarto round en la cabeza. Las cuatro esquinas del cuadrilátero son cinco.
Siempre hay un gancho que valdrá la pena en la quinta esquina. Perra de Pavlov parece regresar a la pelea con varias caídas en juego y un guión en la mano donde no se acepta creer. Sabe que fue duro amar como aman los que recogen la basura para aumentar su salario con migajas...
Conozco este libro desde su primera caída hacia todas sus remontadas. Lo he visto escribirse durante varios años y sé que tiene en las venas un licor muy añejo y unas ganas inmensas de golpear también a los lectores con la belleza de sus poemas. En ellos habita la mujer impar, la Perra de Pavlov que ama sin perder el norte del boxeo. Cuando nadie la ve, sabe aplicar los codos y tiene esa necesidad enferma de querer tocar todo hasta en las fotografías. Se llama Paola Valverde Alier la poeta. Este no es su primer round ni su último libro. La delicadeza de su fuerza no evade la inteligencia de sus verdades. Me convence tanto su manera de mover las piernas. Todos sus poemas son látigos que nacen descalzos hacia una redención de una poética que rompe las cuerdas del juego.
Qué mujer, su poesía gana por nocaut.




Paola Valverde, nos compartió su propuesta performática La quinta esquina del cuadrilátero el martés 8, en el restaurante, LOBO ESTEPERARIO, en San José de Costa Rica.

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