domingo, 17 de octubre de 2010

Enrrique Verásteguí


Enrrique Verásteguí poeta limeño que nace en los años 5o´s, uno de los poetas más importante de esa región, Realizó estudios de Economía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y, en el verano de 1970, decidió integrar el movimiento Hora Zero - el Sturm und Dram de la literatura peruana para asumir un destino en la literatura. Organizó los recitales de la generación a la que pertenece: la generación del 70, en la Biblioteca Nacional de Lima, que dieron el punto de partida de su generación. Escribió crítica literaria para los diarios Correo de Lima y para el Suplemento Variedades del diario La Crónica de Lima durante los años 1975/76. En 1971 Milla Batres Editorial publicó su libro En los extramuros del mundo, escrito a los 20 años, que suscitó una revolución poética en Lima y un reconocimiento en los círculos más exigentes de América Latina. Entonces decide dedicarse a la escritura de un libro capital al que dedicaría buena parte de su vida: Etica, conformado por cuatro libros organizados de la siguiente forma:

I. Monte de goce (o del pecado),

II. Taki onqoy (o de la redención),

III. Angelus novus (o de la virtud),

IV. Albus (o de la gnosis),



Poemas:


ADAGIO DE LEOPARDO CON FLOR EN LAS GARRAS

Gira lentamente la noche y el leopardo es una belleza aún perfectamente agresiva en un conglomerado de gente Tiene el leopardo su fuego que el mar gruñe en mis ojos y hay que saber recoger verdad por encima de cualquier contingencia pues emitirla ha sido siempre tan hermoso como percibirla. Treintaitrés años son una pieza clásica: no un trayecto tan irreal como el pequeño volkswagen donde el horror a mi belleza es un reverso de mi amor a natura. y el leopardo es fuego que salta armonizado en músculos, cerebro e impulso. Sus gruesas uñas son geranios hambrientos clavándose en el rostro de una época arruinada. El cerebro es una joya encajada en una cabeza triangular, sus dientes cuchillos afilados desgarrando horrorosamente la gacela que traga. Su garrotazo tiene la furia del universo pero el pasado es lo que yo desecho a mi paso. Ponte a buscar precisión en un tiempo lleno de imprecisiones y sabrás que los que te odiaron se admiraban viéndote aún rugir, erguido y tranquilamente colérico, delicado como flor rapaz deslizándose por estas calles donde esta terrible energía era un trayecto armónico y orquestado. Sabrás que los que te lanzaron largas peroratas como ladridos bajo las patas del aserrín eran ahora ceniza y tristeza, irremediable fracaso como el no haber comprendido esta pureza de tu rugido: soñé esto y mezclé de todo un poco como en una farmacia a donde el buen hombre que lo deseara podía encontrar remedios para su pena. Fui esta farmacia, o aún todavía un frutero en la noche: chirimoyas, ciruelas, mandarinas asediadas por manos sedientas. Todo esto fue, sin embargo, azufre en las narices (y se llamaban humanos) de quienes te odiaron como un libro vanamente deshojado en sus manos ineficientes y mucho más inelegantes que este espejo de mostrador donde desde la barra -té de floripondios, un dulce de frijol colado- y dándoles la espalda los he contemplado hinchados y abotargados como un gran corcho en el mar, rumiando la frustración de lo que no floreció ni pudo florecer ya en ellos. Todo lo que ha sido amado creado florido saltó tan ferozmente como verano gruñéndote su belleza una mañana que sobrevive. Nada es sin apoyo de nada y mi leopardo es un dulce geranio de garras hambrientas. Su cuerpo es una máquina perfecta en el poema de su rugir. Cuando se acopla a su hembra el mundo se tambalea. Tú entonces te desesperas sintiéndome refregar mi pecho duro sobre tus lomos sudorosos, una garra en tus brazos, la otra -fuerte como un garfio -acaricia tus pechos crecidos, y el falo que te penetra es fuego que rasga tus entrañas. ¿Hay algo más terrible que toda esta perfección de mi música? No existe jaula para el leopardo que clava su mente en una pradera con flores. Unos han dicho que primavera enloquece el corazón y estos tiempos son todavía intranquilos y absurdos. Otros, menos inteligentes, proponen destrozar la vida. ¿Nosotros no hemos resuelto ya defender irrevocablemente nuestro amor como lección de gratitud con el mundo? El cielo cuando amanece se sonroja límpidamente y ahora la gente ya sabe que el leopardo soñado como primavera -su acción es belleza- ha podido modificar la historia. Toda la incomprensión de este siglo ha sido el altar donde nuestros corazones se estremecieron sin dejar de florecer bellamente intranquilos. Un gorrión que sueña en la tarde no ha podido aún volar suavemente porque una cosa ha terminado por significar otra, y el mundo es absurdo. Y nosotros hemos debido apresurarnos a mantener esta altivez. He dibujado este fuego de mi leopardo como una máquina simbóli- ca atreviéndose a jaquear al infierno ahora cuando el tiempo que precede a toda cosecha trae siempre un cierto estoicismo, un orden que permite que todo esté perfectamente acoplado, y en su sitio. Y evadirse no es una misión del hombre pero el hombre ha de acechar siempre lo que se opone a sus sueños. El hombre encontrará madurez en el arte de comprender que lo viejo, y no el pasado, se desecha a cada paso, el futuro que destruye lo viejo es también levemente indefenso. ¿Existe conjunto más hermoso que un equilibrio en sus partes? He desprendido de esta partitura al ballet del leopardo cuya comprensión es dulce música en mi vida, y esta es mi luz como flor pensativa, brazos desplegándose en este salto de leopardo cuya estructura son geranios sobriamente brotados en tus manos ahora que ha girado la noche y yo he abatido a lo inútil. (De Angelus Novus)






APARICIONES EN UN PANEL DE COMPUTADOR

I Poeta atrapando una muchacha Tu rostro agresivamente sereno gruñe ahora en la tarde y caminas por estas calles, altivo y sereno, bello como un abedul. Tus ojos son machetes que arrasan a la pobredumbre que odias. Tus pasos patean lo que se opone a tu rumbo. Desde un lugar perdido en el parque observas derrumbarse un atardecer en la ciudad. Todo -cielo enrojecido tras moles verduzcas- te es atractivo y vuelas, una muchacha como dulce acordeón en tus manos se desliza en la yerba y ahora ella te escucha y se desnuda -lecho de yerba- para ser amada por un leopardo. II El instinto aún se entromete Todo cuerpo enloquece bajo la mano que dibuja su más secreta verdad: la mente se rebela contra su corazón, el instinto aún se entromete como el buen gusto en el computador que programo. Páginas, mariposas, azucenas son el cuerpo que permanece. ¿El cuerpo que ama no se metamorfosea en la mariposa que unas manos atrapan? Una muchacha se escapa del lienzo donde Chagall me plasmó como un ángel tocando un dulce laúd y se encuentra conmigo sobre la banca de un parque. Su belle- za será este poema. Su inteligencia el florero como un ángel que vuela escondido en sus ojos. Sus labios son mi fruta, su cuerpo una mariposa que vuela detrás del vidrio de mi computador. Si la lógica no se pareciera a la vida que cambia entonces sabríamos que: a) la mariposa de tu cuerpo es una falacia, b) tus pechos como fruta una inducción incoherente, c) el ángel que alumbra tus ojos una proposición tan poco ló- gica como el slip de un verano al que desnudas. Sin embargo una lógica no es tan incomprensible como la vida. Tu cuerpo que atrapo como a una mariposa en mis manos es un trago de gin. Suena ahora Alban Berg en la radio pero yo prefiero no col- gar el teléfono para no perder tu voz. Tengo a Chagall en un libro pero mi laúd me hace pensar en tu cuerpo. Una mente irreal como un cuadro inexistente es tristeza ligeramente sombría: tu cuerpo es tan real como el poema que te sueña pero no esta época perdida como un desperdicio donde un deli- cado rasguño en tus muslos. es toda esta angustia -el poema como garra asiéndote por la cintura- y esta belleza, muchacha lentamente atrapada como mariposa que yo me atreví a soltar en un panel. (De Angelus Novus)

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